miedo justito

El miedo (los toros) y las oposiciones

 

“El fragmento de texto que te envío pertenece al libro “Juan Belmonte, Matador de toros”. Se trata de la biografía del famoso torero escrita magistralmente por el periodista Manuel Chaves Nogales en 1934Ha sido una de mis lecturas veraniegas y hacía mucho tiempo que no disfrutaba tanto de un libro. Me ha parecido interesante dejártelo aquí, porque no sé si la reflexión que hace el torero sobre el miedo puede ser extrapolable, por supuesto salvando las distancias, a los días anteriores a la presentación del opositor ante el TribunalUn abrazo, FerFer“.

 

Pues lo he leído y salvando las distancias, como tú dices, entre un toro y un Tribunal de oposiciones a notarías (que se compone de siete miembros y no de seis como los toros de una corrida, aunque quede reglamentariamente constituido con cinco o seis de sus miembros), lo cierto es que el miedo que uno experimenta ante el Tribunal es superlativo. No se juega uno la vida en sentido estricto, pero sí que se juega uno la vida futura (el porvenir) y los años invertidos (todos de juventud) en la preparación de la oposición. El opositor no viste de luces pero sí tiene una suerte de uniforme, trajes y corbatas de tonos oscuros, con camisas blancas o azules (nada que resalte demasiado) para los hombres y trajes de chaqueta también oscuros con faldas más bien largas para las mujeres. En este juego no hay cuadrilla o tal vez sí que la hay (los acompañantes) aunque desempeña un papel más intrascendente que el de los picadores y los banderilleros, porque estos quitan fuerza al toro y los acompañantes no se la restan al Tribunal y solo se la dan al opositor. Tampoco le restan fuerza al Tribunal, ni el apoderado, que es el preparador (aunque el preparador no cobre), ni el mozo de espadas, que sería el acompañante que más conoce al opositor y su sufrimiento (que suele ser la pareja o la madre); el mozo de espadas es el que sufre el día a día del opositor antes de llegar a la plaza. El apoderado y el mozo de espadas son los acompañantes permanentes del opositor en su devenir de meses y años y solo le dejan cuando el opositor entra en el ruedo que es la sala de examen, aunque el preparador suele permanecer en la barrera o en el burladero presenciando la faena de su discípulo en la plaza. Los compañeros de terna son los otros opositores que nos hacen buenos y malos a los demás con sus actuaciones y que también llevan sus propias cuadrillas, apoderados y mozos de espadas. ¡Qué mal te viene salir después de un opositor que ha actuado muy bien o qué bien detrás de uno que no lo ha hecho¡ Público, el respetable, también tenemos, pues públicos son los exámenes a los que puede asistir cualquiera, sin pasar por taquilla, ni pagar entrada. Nunca se cuelga el cartel de no hay billetes. Algunos opositores tienen verdadero pánico al público. La mayoría prefiere saltar al ruedo con las gradas vacías. Solo tu apoderado y tu mozo de espadas, si están presentes durante la faena, son capaces de investirte de calma y hacerte huir del miedo que te generan los miembros del Tribunal y los temas.

En las corridas se sortean los lotes y hay tiempo suficiente para comentar el propio hasta la tarde de toros. En las oposiciones a notarías entre el sorteo, que tiene lugar cuando introduces la mano en los sacos en los que están los números de los temas y la salida del primer toro de los toriles de tu memoria, cuando empiezas a hablar, solo transcurren cinco minutos. Nuestra salida es siempre a puerta gayola y nuestro saludo al palco de autoridades no es el final del paseillo con montera en mano, es el comienzo del ejercicio, el comienzo de la faena, de la lidia del examen, con el consabido “con la venia” que dirigimos al Tribunal. Además nosotros no tenemos tres tercios. Tenemos cuatro tercios en el primer ejercicio y cinco en el segundo. Son los tres civiles y el fiscal y los dos mercantiles, los dos hipotecarios, el notarial y el procesal o administrativo, del primer y el segundo ejercicio, respectivamente. El ritmo de la corrida de los temas es cadente, pero también se empieza con más fuerza y se termina, como el toro, con la lengua fuera. Al terminar los tercios, el tiempo se para, te teletransportas como si fueras en camilla desde el centro del ruedo a la enfermería que es el pasillo en el que espera tu cuadrilla de acompañantes, con el mozo de espadas y el apoderado al frente. Una vez te has repuesto, ya solo queda esperar para salir a hombros si apruebas o entre silenciosos pitos y camino de tu casa a esperar que se prepare el siguiente cartel de feria, que sería la siguiente convocatoria de oposiciones. Si apruebas, entras de lleno al escalafón en el que solo aspiras a ser el último y no el primero a diferencia de los toreros, porque en nuestro escalafón se avanza inexorablemente con el paso del tiempo y la cadena de fallecimientos y jubilaciones. Solo aquellos que aprobaron más jovenes podrán llegar a ser los números uno del escalafón.

 

El miedo influye en los mecanismos fisiológicos, desde el crecimiento de la barba, decía Belmonte, hasta en el sueño y en la imaginación. No sé si a mi, que siempre he sido más bien barbilampiño, me crecía más la barba, pero la vejiga sí que se me trastocaba enormemente. Durante las horas de pasillo, iba continuamente al baño, más cuanto más se acercaba mi momento. En el instante final, casi al tiempo de que el bedel recitara mi número (sin exhibir el cartel que en las plazas anuncia el nombre y peso del toro, ni toque de corneta), tenía que acudir al baño por última vez. En cuanto cruzaba el umbral y hacía el paseillo, el corazón pasaba a ser protagonista.

Debe ir uno de pañuelo al examen. El pañuelo seca el sudor y es el capote del opositor que solo tiene jarra de agua (el miedo y el ritmo vertiginoso de exposición dan mucha sed) y vaso de cristal (nada de plata), folios, bolígrafo y la hoja con los temas asignados que son sus trastos de torear, sus trastos visibles porque sus verdaderos trastos son la serenidad y el dominio del programa, su dominio de los 300 y pico temas, que pesan tanto como los 600 kilos de un toro de lidia. Los temas que no te sabes o que no te sabes suficientemente bien, son los que pueden darte el revolcón, el puntazo, la cornada o la cogida del suspenso, sin cuadrilla, ni monosabios que te asistan.

El opositor debe ser valiente en la sala de examen, como los toreros en la plaza. Debe salir a por las orejas y el rabo. Las salas de examen imponen (unas más que otras), como impone una plaza (también unas más que otras). Imponen aunque estén casi vacías. Cuando el miedo te atenaza puedes querer levantarte de la silla y hacer una “espantá”, aunque te tiren almohadillas al salir por haberlo hecho. En esto lo tenemos más fácil que los toreros que no suelen tener escapatoria, ni siquiera tenemos espontáneos aunque haya habido un caso de tiros. Muchos no resisten el miedo y suspenden, cuando podrían haber aprobado de haber mantenido al miedo en su sitio. La obtención de la plaza, el aprobado definitivo y la liberación que supone (más los salarios que vendrán) son el antídoto para el miedo, lo que te mueve en el día a día y permite que lo venzas.

Hay otro miedo distinto al del examen y muy intenso. Es el miedo a suspender, el miedo a no conseguir lo que ansías, el miedo a cortarte la coleta de opositor y a no ponerte el traje de luces de Notario. Ese miedo de largo recorrido lo sufrí casi constantemente desde mi primer suspenso; en cambio en las corridas (en los exámenes) tuve la suerte de lidiar al toro del miedo con bastante facilidad.

El rey de los miedos es, sin duda, el que se sufre esperando la nota del tercer ejercicio. Desde que lo haces, hasta que lo lees y desde que lo lees hasta que las notas salen, trance que puede durar unas horas, unos días o un par de semanas, el miedo atroz del suspenso fue con diferencia el peor de todos los momentos de miedo que viví durante mis años de oposición.

Cuando apruebas cortas las dos orejas y el rabo, das la vuelta al ruedo, la plaza se llena de pañuelos y te sacan a hombros por la puerta grande, mientras las mulillas recogen al toro muerto, tus queridos y odiados temas que luego nadie quema como había prometido hacer, que en este caso acaban recogidos en un armario cada vez más alejados de tu memoria.

Finalmente te cortas la coleta. Todos los opositores deseamos tener una sola corrida en nuestras carreras, que nuestra primera vez sea la última, enfrentarnos una sola vez al miedo, pero a veces no queda más remedio que volver a salir en el cartel y comparecer de nuevo en la plaza y dejarte la coleta hasta la siguiente oportunidad.

En este enlace puedes leer lo que El Maestro Juan Belmonte decía sobre el miedo del torero.

Gracias FerFer y gracias abuela, porque fue mi abuela Flora (tan taurina que era) la que me enseñó lo poquísimo que sé de toros en aquellas tardes de corridas televisadas de cuando era un niño.

Suerte y al toro. ¡Que Dios reparta suerte!

 

Hasta otra. Un abrazo. Justito El Notario. @justitonotario

 

Posdata: Quién me iba a decir que veinte años después de aprobar lo que iba a hacer era lidiar impertinentes y antipáticos en mi día a día. No obstante, algunos no son tan fieros como los pintan porque cuando les pegas tres o cuatro capotazos con clase, hincan las rodillas y te dejan sitio para meterles la espada.




 

4 comentarios

  1. No recordaba haber leído este post! Es genial!
    Lo del traje de luces me ha recordado a que últimamente “se quedan en casa” y a mas de un opositor he visto torear con vaqueros, que solo le faltaba el pijama.

    • Buenos días Pam:
      La verdad es que es uno de los posts sobre oposiciones que más me gustan. Tal vez mi post más “literario” y a pesar de eso, nunca se ha leído demasiado. A ver si con esta nueva reedición que solo incluye un par de retoques, funciona mejor.

      Este otro de la sección Manducare, también me gusta mucho:

      https://www.justitonotario.es/lisboa-fernando-pessoa/

      No sabía que se habían rebajado las exigencias del código de etiqueta. Ánimo y un abrazo, Justito El Notario

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  2. Qué buena entrada.Yo estoy opositando y no he tenido la “suerte ” de presentarme.Has descrito también las sensaciones que me he imaginado toreando en medio de la plaza.

    El miedo es una parte de la oposición, yo tengo muchos.Espero saber torearlos y que no me pillen desprevenida.

    Que tengas un buen día,

    Un saludo.

    • Muchas gracias Carmen. Estoy muy satisfecho del resultado. Sin duda va a ser de mis preferidas de ahora en adelante. Ánimo con la oposición o mejor dicho ¡Suerte y al toro¡ Un abrazo y gracias por la participación y el comentario. Justito El Notario

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