DÃa 9 Cagliari-Ajaccio
Hora y media de antelación para el embarque resultó ser demasiado tiempo para un ferry de tamaño más bien pequeño que en una hora nos puso en los acantilados de Bonifacio. Esperábamos disponer de unas horas a la vuelta para visitarlo porque Bonifacio nos sobrecogió desde lejos y una vez en el puerto que abandonamos rápidamente camino de Ajaccio por una carretera plagada de curvas que nos puso en antecedentes del carácter de esta isla verde, montañosa, escarpada, con casas de piedra, cerdos negros, viejos sentados en bancos y más y más y más curvas. Pasamos por Sartene, las más corsa de las ciudades corsas, y por Porticcio y fuimos descendiendo hasta la capital de la isla que nos pareció extensa, colorida, comercial y que se encontraba en vÃspera de las fiestas napoleónicas. Gran acierto el apartamento que elegà a través de Airbnb con magnÃficas vistas al golfo, grandes ventanales, estupenda terraza, ventanas tipo menorquina y colores claros en la decoración. Nos acomodamos rápidamente para salir a cenar más tarde por el centro. Desastroso vino que hubiera devuelto de no ser porque no estaba malo, sino simplemente por serlo a pesar de las buenas maneras del camarero/propietario del local que nos atendió de maravilla haciendo llevaderas nuestras limitaciones idiomáticas. Sabroso jabalà con una pasta algo sosa, aceptable la otra pasta con salmón e interesantes los dos reinterpretados cordon blue. Veintinueve euros costó un tinto con muy poca crianza y menos sabor que cualquier vino español de menos de diez euros en carta.
DÃa 10 Ajaccio
Nos levantamos sin prisa sin llegar al horario biológico como dice mi Santa Madre y salimos todos juntos con el ánimo de hacer una buena compra para comer algo interesante en casa. Buenos quesos, dos buenos entrecots y algo de fruta, fue el menú que elegimos. Luego una siesta para unos y piscina para los otros. Quinta siesta en diez dÃas de vacaciones (venÃamos de Cerdeña). Es, sin duda, una buena marca comparando la de otros viajes vacacionales similares. Hacia las seis cogimos los coches para ir a ver atardecer a las Islas Sanguinarias. Tras la puesta de sol nos acercamos a las islas, que están a tiro de piedra de la costa (en realidad comunicadas por un istmo), recorriendo un sendero entre maquis, la tÃpica vegetación baja de la isla de Córcega. La cena fue en un local llamado El Pimiento Rojo, a medio camino entre las islas y Ajaccio. Enormes pizzas, fantásticas hamburguesas, pero sin pena ni gloria la lasaña que eligió Doña Justa. El vino a treinta y cinco euros y las Heineken a cinco pavos.
DÃa 11 Ajaccio
Una prudente hora de arrancada nos permite dar un buen paseo por la cuidad. Curioseo sosegado, alguna compra y avituallamiento con pollos asados incluidos para ir a la playa de Capo di Forno desde la que ahora mismo me encuentro escribiendo. Es una playa cercana a Ajaccio con sus zonas de sombrillas y tumbonas y un par de chiringuitos. Frecuentada por barcos y sin demasiada gente. Cenamos en Larome donde compartimos unos canelones al brocciu (el queso tÃpico corso), unos woks, unos linguini carbonara y un entrecôte smental. Buen vino blanco vermentino, aunque de nuevo caro en relación con su calidad y para los precios y vinos españoles. Pocos vinos por debajo de treinta en la carta y, aún asÃ, los tintos malos. La cena terminó con un licor de maquis en una noche muy especial en Ajaccio (por el comienzo de las fiestas napoleónicas) que recorrimos durante un buen rato tras la agradable cena
DÃa 12 Ajaccio
Nuevo paseo matutino con intento infructuoso de comprar algo de pescado y marisco. Insólito en una isla. Comimos en Mari i Soli o playa da Argent (Playa de la Plata). Dolo habÃa visto anunciado que el grupo Bande á Part actuaba en la playa de Capo di Forno asà que nos organizamos un picnic con brochetas como plato principal y nos fuimos a ver el atardecer. Cenamos y disfrutamos de la musiquita de la animada fiesta y luego de la actuación de estos inusuales Bande á Part, juego de palabras, con sus caracterizaciones, sus versiones y un éxito total de público y ambiente. Luego a casa por la sinuosa carretera que pasa cerca de las Sanguinaires.
DÃa 13 Ajaccio Playa Porticcio-Cena en 20123
La última mañana en Ajaccio nos levantamos tarde y tras visitar la Biblioteca accedimos al interesante Museo Fesch que con sus tres plantas responde a las expectativas que te generan las guÃas turÃsticas y que incluye la visita al mausoleo de los Bonaparte. Después nos fuimos a comer a la playa de Porticcio donde están muy bien provistos de restaurantes con horarios amplios para los veraneantes y turistas. Nos sentamos en una terraza donde degustamos un tartare, unas hamburguesas y algo de pasta. Tras un baño regresamos a Ajaccio donde tenÃamos reserva para cenar en 20123 que es el código postal correspondiente al local donde se encuentra este restaurante que recrea una village dentro de la ville, con su cielo estrellado, su ropa colgada, su fuente de agua donde te llenas la jarra, sus ventanas y sus músicos callejeros con canciones en corso, francés y español. Sirven un menú con varias opciones. A los primeros, charcuterie o sopa corsa. A los segundos, calabacÃn o berenjena. A los terceros, jabalÃ/sanglier (oink, oink), ternera o cordero con el puré de polenta de castaña de acompañamiento. A los postres, uno que no recuerdo y otro a base de castaña. No vimos ni se nos dijo el precio. No habÃa carta. Los músicos no recibÃan propinas. Y entonces llegó el susto. Esa cena de menú costó casi 50 euros por persona de los cuales cuatro eran niños. Un exceso que no incluÃa la bebida con invitación a la insoportable Aqcua de Vita. La cuenta desajustada no me hará olvidar el buen rato en el agradable local, con buena música y buenas (pero muy sencillas) viandas.
DÃa 14 Ajaccio-Sartene-Bonifacio-Gallura-Porto Torres
Se nos presentaba un largo dÃa de viaje por las tortuosas carreteras corsas y por las mal asfaltadas carreteras sardas una vez que desembarcáramos en Bonifacio, pero el horario del ferry era cómodo para poder hacer dos paradas: una en Sartene, que me pareció una especie de Taramundi corso que responde a las expectativas pese al gentÃo y que casi me situó en la escena de Los Hermanos Corsos que leà (y me encantó) durante el viaje. La segunda parada en Bonifacio, también plagado de gente, nos descubrió los interesantes rincones y restaurantes de esta famosa población. Una pena no haber comido allÃ, pero era imposible para mi maltrecho estómago después de tres semanas al máximo nivel. Un dÃa nublado no acompañó la visita al empinado pueblo con empinadas escalas (más que escaleras) de acceso a los viejos edificios de varias plantas de un pueblo plagado de buenas vistas por doquier con un gran y concurrido puerto deportivo y vigilante de la cercana Cerdeña a la que de nuevo llegamos un par de horas después. La travesÃa de una hora merece la pena y aunque pensé en entrar en Gallura o parar a visitar Castellsardo, nos fuimos directos a Porto Torres que nos ofreció su animada plaza para cenar un poco de pasta y un fileto di manzo acompañados (otra vez) de buena música. Pasamos la noche, o más bien media noche, en el B&B Ancora. A las 5:30 A.M. nos dispusimos para embarcar en el Grimaldi.
DÃa 15 Porto Torres/Barcelona/Valencia
Una patulea de españoles en coche pululábamos por las cercanÃas del puerto siguiéndonos unos a otros para conseguir llegar a la Terminal Grimaldi para embarcar camino de Barcelona. Al poco rato de ocupar nuestro camarote reinó el silencio y nos dormimos (a pesar de las risas de Amparo) unas cinco horas para reponernos del madrugón. Yo de hecho sigo reponiéndome aún en el camarote mientras los demás se han ido a comer algo.
La susceptibilidad corsa
Por cierto, ¿eran los corsos susceptibles como se sostenÃa en “Asterix en Córcega”? Partiendo de la base de que cuando tuve que relacionarme con la gente desconocÃa su procedencia, lo cierto es que me encontré con algún estúpido, con algún antipático y puede que con un solo susceptible. Fue el camarero que nos ofreció comernos entre cuatro personas un pescado de cierto tamaño por el nada despreciable precio de 135 Euros. El pez no estaba en su vitrina rodeado de hielo. Estaba más bien rÃgido y si no olÃa mal, poco le faltaba. Además tenÃa un ojo turulato. Nos trajo otro y también lo rechazamos. El corso se sintió ofendido en su fuero interno y no pudo disimularlo. El sitio, en pleno puerto, se llamaba A Volta y resultó sin pena, ni gloria. Creo que fue el único ejemplo de susceptibilidad corsa que pude observar en estos dÃas en Ajaccio. Bueno no, me olvido del tonto del trenecito turÃstico.
Pensándolo bien, yo debo tener algún gen corso … sÃ, sin duda que lo tengo.
Hasta otra. Un abrazo. Justito El Notario. @justitonotario
|