“Últimamente pienso mucho en la cuestión de si los que estudian más años hacen más sacrificio. No lo sé. Pero lo que sí que creo es que tienen más mérito, son más “héroes” que los que aprobamos demasiado rápido. Yo me he dado cuenta de que la dureza de la oposición es aguantarla después de muchos años. Importa el cómo y el cuánto. La oposición a mi me dejó psicológicamente destruida, no quiero pensar como hubiese vivido un suspenso. Tiene que ser lo más duro, SIN DUDA.”
Sí, así es. Es lo más duro. Imagina además que no fuera un suspenso sino que fueran tres.
Y otra opinión en la misma línea que tiene en común con la anterior que también viene de uno de los más jóvenes de la historia:
“En cuanto a las oposiciones en sí, incluso a estas alturas, pasadas las bodas de oro de las mías, tengo que confesar una resistencia interior a tratar el tema, que desemboca en una imposibilidad. Fue tan profunda huella que dejaron en mi vida, que me hace incapaz de evaluarlas, concebir siquiera un sistema diferente. Una consecuencia que se me ocurre es impacto es la permanencia de aquella incluso en quién es las aprobaron pero apenas llegaron a ejercer el oficio”.
Una cosa que para mi es tan evidente (de cajón) parece, sin embargo, un eterno tema de “discusión”. “Todos hemos pasado lo nuestro”, suelen decirte. Yo suelo moderarme en la respuesta a esa afirmación (y os juro que me cuesta) porque hay algunos “pasar lo nuestro” que duran cuatro años y otros “pasar lo nuestro” que duran once por lo que no puedo evitar pensar que ¡cómo va a ser lo mismo sacársela en tres añitos que tardar once¡ Si hay más mérito es precisamente porque hay más sacrificio. Si tú te quedaste psicológicamente destruida en tan poco tiempo, imagina como quedamos los que estamos seis, ocho, nueve, diez, once, doce, trece y hasta catorce años (- y aquí me paro pues fue lo que tardó un querido amigo dinosaurio como yo del que puedo dar fe de que tardó ese porrón de años -). Yo pasé por lo tuyo, por tu experiencia, por tu meta (que para mi fue meta volante) pero no aprobé. Sin embargo tú no has tenido que pasar por lo mío. Alguien podría decir que hacer en tres años lo que otro tarda once años en hacer es mucho más difícil. Es verdad y el que lo consigue tiene un GIGANTESCO MÉRITO que representa un brutal esfuerzo, aunque tenía las cualidades precisas para hacerlo. También es verdad que muchas veces el que aprobó en once años pudo perfectamente conseguirlo en cuatro y, sin embargo, no lo hizo y que el que tardó cuatro años podría haberse ido a los once con un par de buenas visicitudes de por medio, ¿no? ¿o tan seguros estamos de nosotros mismos? La respuesta sigue siendo obvia para mí: sí, unos pocos son unos superdotados para la preparación de estas oposiciones y siempre fueron candidatos a un éxito rápido y sin paliativos que consumaron cumpliendo con las expectivas propias y extrañas. Yo no era uno de ellos, aunque tuve bazas para aprobar mucho antes de lo que lo hice.
Nunca estuvo en mi mente aprobar prontísimo pero tampoco suspender un examen que había preparado intensamente y en exclusiva durante siete meses y que había simultaneado con el primer ejercicio en las 130 semanas que le dediqué, consiguiéndolo aprobar, en las cuales (en esas citadas 130 semanas) me hice además dos vueltas de Mercantil, me estudié los 42 primeros artículos de la Ley Hipotecaria y le di una vuelta completa al Hipotecario antes de centrarme en exclusiva en el primer ejercicio. Tras aprobar el primero me dediqué esos siete meses siguiente al segundo al que llegué con todos los temas en la cabeza, dándome igual los temas que me pudieran tocar en suerte aunque, por supuesto, tuviera mis preferencias y fuera consciente de que tenía algunos temas malos. Me sabía entonces el Derecho Cambiario mejor que me lo supe en el resto de convocatorias (mucho mejor que ahora) y dominaba literalmente muchos más artículos de anónimas y limitadas que en los años posteriores (y que ahora), pero aquella era una convocatoria de 60 plazas y yo solo llevaba tres años y medio preparando por lo que no aprobé ese maldito segundo ejercicio. Entonces se produjo la debacle y comenzó el verdadero sufrimiento que desconocen por completo (sí, por completo) los que aprueban a la primera pues una de las cosas más difíciles de todo esto es remontar un suspenso y ponerse a estudiar otra vez desde el principio.
Nunca estuve obsesionado con aprobar pronto (podríamos dejarlo en que sí que estuve obsesionado por algo fue por aprobar), pero, con seguridad, no estaba preparado para aguantar casi once años de oposición, si bien, verdaderamente lo que habría que preguntarse sería, si alguien está preparado para ello. Para aprobar estamos todos preparados (y más aún para hacerlo pronto) aunque acercarse a la oposición pensando “yo apruebo seguro” o “yo apruebo en tres años” es para mi una ¿insensatez?
Un par de ejemplos de sacrificio
Quien me escribió esto hace unos tres años, acabó aprobando las oposiciones. He descubierto su mensaje perdido en una red social y al disculparme por no haberlo visto y disponerme a contestar, me ha dicho que ya había aprobado. Que distinto me sonó luego su mensaje. Me decía que había suspendido notarías cuando llevaba menos de dos años preparando, que se había plantado en el segundo, que completó el ejercicio y que no lo aprobó. Bastante más tarde le vino el batacazo. No fue inminente. Aquel suspenso lo digirió bien, pero llegó una nueva convocatoria en la que, teóricamente estando mucho más preparado, suspendió en el primero. Me decía en su mensaje que no le faltaba motivación, pero que los meses siguientes a ese suspenso habían sido los peores de su vida. Se planteaba ir a registros, sobre todo por mantener esa motivación y porque veía lejos la siguiente convocatoria de notarías. No sé si fue a registros, pero yo me alegro mucho de que este tipo sea Notario. Fíjense, podría haber sido Notario en poco más de dos años y, sin darse cuenta (es un decir …) se acabó chupando dos convocatorias más. El filo de la navaja de las oposiciones es muy, pero que muy estrecho … ¿no?
A cambio, otra opositora me anunciaba también hace poco que se lo dejaba. No ha sido capaz de soportar el ritmo de ir a notarías y pasar luego a registros. La cosa me huele a un cierto fracaso de los preparadores. Tras dejarlo, desapareció del mapa unas cuatro semanas. Me escribió para decirme que estaba desconectada de todo y de todos y que “no ha sido fácil digerir todo esto”. Ojalá lo hayas digerido de verdad, pensé para mis adentros, pero no se lo dije.
Convocatorias de sesenta plazas
En los años 90 hubo un par de convocatorias de tan solo 60 plazas. La de Valencia 1992 y la siguiente de Madrid 1994-1995. Yo ya preparaba cuando tuvo lugar la primera de las dos y me presenté a la segunda. Un compañero me consolaba (sí, todavía a estas alturas necesito un poco de consuelo para aquella gigantesca cicatriz que dejó en mi la oposición) cuando me decía: “La ratio, la ratio, lo fundamental es la ratio. La ratio es el dato decisivo. Las convocatorias de 60 plazas fueron muy duras y gente que merecía aprobar se quedaba fuera. Con 90 plazas te habrían aprobado aquel segundo ejercicio, te hubieras plantado en el dictamen y podrías haber jugado tu baza por mucho que tu digas que eras duro de mollera para el dictamen. Otro asunto es el material disponible para preparar el tercer ejercicio. Hoy tienes el Foro de Eduardo Llagaria, la web de Iurisprudente, todo tu material para dictamen en “Dictamina que algo queda”, todas las Resoluciones en nnyrr resumidas y sistematizadas por orden alfabético o la revista El Notario del Siglo XXI con libro acceso online, entre otras cosas. Antes tenías el material de tu propia academia, el cuadernillo de las gestorías Calvo y Paniagua con los supuestos de hecho de oposiciones libres y de las restringidas, los libros, algunos temas de restringidas y no había mucho más. Ahora hay de todo“. Es cierto, ¡anda que no fotocopié yo los comentarios al Código Civil y el Albaladejo en la notaría de MAC¡
Algunos ex-opositores (muchos que no aprobaron) me dicen que mi libro debería recomendarse por los preparadores antes de comenzar a preparar la oposición. No lo sé, pero si ellos lo dicen es posible que sea cierto. Toda la historia de mi oposición contada cronológicamente puede leerse en “Nada antes que opositar (Nihil prius oppositio)”. Si alguien se anima a recibirlo dedicado que me escriba a justitonotario@hotmail.com y le explico cómo proceder. Solo nos quedan veinte ejemplares aunque ojalá sigamos imprimiendo mas cuando estos se acaben.
Hasta otra. Un abrazo. Justito El Notario. @justitonotario
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Buenos días. Yo me pasé 12 años opositando. Incluso perdí una reserva de nota del primer ejercicio. La verdad es que tampoco me favoreció el ritmo de las oposiciones. Entre el suspenso de Zaragoza y el aprobado en Valladolid pasaron 3 años semana arriba o abajo. Y te digo una cosa: mi mejor ritmo de estudio fue en mi última oposición, pasaba de un tema a otro a una velocidad de vértigo. Como curiosidad, en tres oposiciones me salió el tema 76 de Civil (dos veces fue de arrendamientos rústicos, y la tercera creo que de arrendamientos urbanos)
.. te iba a decir .. que me ganas por poco¡¡ jaja ..
No, yo no. Yo fui a peor salvo con el dictamen.
Bueno, decía muchas menos cosas pero mucho mejor dichas y creo que dando entender que controlaba.
Pero en plan papagayo, y mira que odio el término, mi mejor vez fue la primera y no aprobé.
En fin.. Un abrazo, Justito El Notario.
Por un lado, intentar ver las cosas más allá de la experiencia personal es muy difícil, pues nuestra experiencia determina nuestra perspectiva, y esta, nuestra realidad.
Cinco años más para mí y diría lo contrario. Cinco años menos para ti y quizás fueras tú el que tendrías una opinión distinta.
Pero, por esa razón, he querido huir un poco, dentro de lo posible, de reducirlo a lo personal de cada uno y abordar simplemente las implicaciones de la frase “a más tiempo, más sacrificio” dicha así, genéricamente, e intentar exponer las zonas grises y matizarla, expresando que el sacrificio se mide en tiempo, pero también en otro tipo de costes y renuncias, que las personas somos muy distintas unas de otras, y que por tanto es muy difícil establecer baremos y no puede ser igual para todos.
Un abrazo.
Querido Juan Pedro: Si hubiera tardado cinco años menos y tuviera tu percepción y no fuera capaz de cambiarla, estaría completamente equivocado.
No me hace falta haber estado cinco años en la cárcel para saber que debe ser un infierno y para suponer que diez años deben ser un infierno doble.
Es de cajón.
Un abrazo, Justito El Notario.
Si para ti aun con menos duración habría sido infierno, no tengo más que añadir. No fue esa mi percepción, ciertamente. Como bien dices, en mi caso fue solo lo que había hecho toda mi vida, solo que algo incrementado. En mi caso, un tiempo excesivo sí habría sido determinante, pero no ocurrió. Fueron cinco años, y si alguien me dice que otra persona, aunque tardara solo tres, su experiencia fue más “sacrificada” que la mía por su condición personal, su psicología, su percepción etc., no podría sino darle la razón.
Un abrazo.
Estimado Justito.
Generalizar, aunque sea lo habitual en una discusión amable o como ejercicio teórico o intelectual, sobre temas “objetivos” es mucho más fácil, a mi modo de ver, que hacerlo sobre cuestiones tan subjetivas como el concepto de “sacrificio”. Me vas a permitir actuar un poco de “abogado del diablo”. En relación a la cita de la opositora que abre esta entrada, me gustaría comentar:
Creo que el concepto “sacrificio” integra muchos más elementos que una simple medida de tiempo.
Imaginemos a un señor que hasta afrontar su primer día de opositor a Notarías ha estudiado de forma superficial durante toda su vida académica, que tiene una vida social riquísima, muchas relaciones, que considera que atender a sus amigos y familiares es casi una obligación moral, además de un gran placer. Esa persona se va a ver abocada de la noche a la mañana a renunciar a mucho. Hacerse con el ritmo de estudio, afinar sus capacidades de memoria y comprensión, dedicar largas horas a vueltas y más vueltas de temas, renunciar a gran parte de su vida social…
Ahora imaginemos a alguien habituado al estudio fuerte, a un mayor encierro en esa tarea ya desde la universidad o incluso antes, a alguien más reservado y con una vida social más bien escasa.
Para el primero, cada día, cada hora de estudio, puede ser una lucha horrible y un calvario. El tiempo es relativo, y para una persona, una hora puede “pesar” más que un día para otra según lo que esté haciendo. ¿Podemos decir por lo tanto que si ese “primero” tarda cuatro años (en esos términos) en aprobar, su “sacrificio” ha sido menor que el del segundo si este último tarda seis? Es muy difícil de valorar.
Incluso, hilando más fino: una persona “superdotada” para la oposición, una máquina de estudiar que la saca en muy pocos años, quizás sea, vicisitudes aparte, porque influya el hecho de que ha afinado sus técnicas y capacidad de estudio y desarrollado sus dotes naturales tal vez desde niño o adolescente sacrificando otras cosas en su vida. Es un sacrificio que no ha hecho dentro del tiempo de la oposición, pero es sacrificio que influye en su resultado, al fin y al cabo. ¿Dónde se computa ese sacrificio? ¿Es colacionable? ¿No lo es?
Creo que todo depende del concepto de sacrificio que manejemos, que simplemente lo cifremos en una medida de tiempo en se hace algo duro o atendamos también al volumen de renuncias vitales o lo contemplemos en términos de esfuerzo/coste para cada uno.
La frase “a mayor sacrificio, mayor mérito, más héroe”, parece incontestable a primera vista, pero quizás sea porque llevemos grabada en el ADN una concepción clásica judeocristiana del sacrificio. Hay culturas que no lo comparten, y ámbitos que tampoco. Imagina una guerra. El general que lleva a sus hombres a la victoria de forma más temprana, con menor sacrificio tanto a nivel humano (bajas) como de recursos materiales, se considera más eficiente y más “heroico”. ¿Y acaso la oposición no es, en última instancia, una especie de batalla que se desea ganar cuanto antes? Sí, yo también creo que quienes aprobaron muy pronto tienen un mérito enorme, sin que ello implique desmerecer el descomunal del que insistió muchos años para conseguir lo que quería. Ambos son muy grandes, cada cual dentro de sus parámetros. Por eso, lo que en última instancia me disgusta y cuestiono es la “necesidad” de una comparativa.
Finalmente, he de decir que reconozco que mucho de lo que he dicho cede cuando hablamos ya de un número extraordinario de años. Si hablamos de once años para arriba, hombre eso es un sacrificio vital a nivel objetivo, sin paliativos. Por simple estadística, hablamos de una octava parte de una vida entera, de las longevas.
Un saludo y mucha salud a todos.
Querido Juan Pedro:
Ya hemos hablado de esto en otras ocasiones y sabes que no me convencerás (ni lo pretendes, lo sé). A ti te parece que lo vivido hasta llegar a la preparación de la oposición representa un considerable sacrificio y que la oposición, y digamos que la tuya fue de duración media y por tanto corta, fue una prolongación ciertamente incrementada de una etapa de estudio y renuncias muy intensas durante toda tu vida anterior, pero en mi opinión si hubieras echado 5 años más, no dirías lo mismo. Todo lo previo a la oposición es de muy poca monta se lo tome uno como se lo tome y le exijan lo que le exijan porque no hay comparación en el esfuerzo que pueda suponerle hacerlo. La oposición es el Himalaya y once años es hacerse todos los ochomiles de la tierra.
De hecho, la persona que suscita esta entrada del blog (que se sitúa en el primer cuarto de la lista de más jóvenes), reconoce que acabó psicológicamente destrozada por el esfuerzo. El mío pudo no ser tan grande en el mismo tiempo (los tres primeros años), pero multiplicado casi por 4 supuso un destrozo cuya cicatriz no me permite olvidar el asunto aunque ya no haya herida ni dolor alguno.
Gracias, Un abrazo, Jusito El Notario.