Comentaba hace un tiempo con una compañera el suspenso de un opositor que ambos conocemos y en nuestro intercambio guasapero de audios he acabado utilizando (como si se tratara de la Ley de la Segunda, o de la Tercera, o de la Cuarta, Oportunidad) la expresión “reflotar la oposición”.
¿Es posible sacar a flote, relanzar o encaminar definitivamente una oposición que no funciona, que enlaza fracaso tras fracaso?
Pues supongo que sí, pero para eso hace falta una gran fuerza interior, como la que consigue reunir Godofredo de Miramonte en “Los visitantes no nacieron ayer” para desviar la flecha que mata a su suegro a quien confunde con un oso (razón por la que se ve obligado a viajar a otro tiempo) y, además, un preparador o preparadores con guante de seda y látigo de hierro a quien o quienes el opositor haga caso (sí o sí).
Una cosa fue lo mío, pues yo campé a mis anchas y por mis fueros a fin de administrar mis exiguas fuerzas haciendo lo que me daba la gana que era casi lo único que era capaz de hacer (pero que no dejaba de ser lo que me daba la gana, aunque obteniendo resultados en forma de aprobados convocatoria tras convocatoria) y otra cosa es el que campa a sus anchas y no obtiene resultados.
A este, para meterle en vereda, si desea continuar, hay que aplicarle la Ley de la Última Oportunidad.
¿Y qué comporta esta ley?
Pues, como me la acabo de inventar, no lo tengo claro, pero algo más o menos de este tipo:
- Determinar los temas negros, los temas que se nos atragantan o a los que les tenemos manía por la causa que sea y establecer para ellos un sistema de estudio diferente que bien podría ser el que algunos llaman de arrastre. Esos temas hay que llevarlos frescos SIEMPRE.
- Tirar a la basura los temas malos y que no tengan arreglo y comenzar con unos nuevos que los sustituyan.
- Coger el toro de los artículos por los cuernos de una vez por todas. Tal vez un sistema de repaso permanente no estaría de más para solucionar los problemas de literalidad que podamos tener con el articulado.
- Tratar a todas las materias por igual. Se acabó aquello de no estudiar Fiscal o Notarial.
- Preparar disciplinadamente el segundo ejercicio con idénticos criterios a los del primero y no únicamente desde el momento del aprobado del primero. A estas alturas hay que llevar todo casi que al mismo tiempo, salvo cuando el primero se aproxime.
- Afrontar el dictamen, desde el minuto uno de la siguiente convocatoria que nos vamos a lanzar a preparar, en el modo ¡ah, coño¡ evitando descubrir, cuando por fin llegamos a visualizar el final de la oposición, que uno es un dummie y le falta poco más o menos de un mes para examinarse del tercer y definitivo ejercicio. Esto supone que la o las clases semanales con el preparador han de adquirir una nueva dimensión a fin de tratar todo lo que sea destacable y discutible de los temas que llevamos o del que hemos cantado y plantearse semanalmente casos a fin de irse soltando en el aspecto formal que es tremendamente importante y añadiendo, poco a poco, complejidad a los asuntos que nos planteemos, hasta acabar haciendo dictámenes de seis horas cuando llegue el momento oportuno.
- Lo último que se debe valorar, al margen de tener salud y tranquilidad económica (y un Plan B por si la oposición no prospera o llega a aprobarse), es si me presento o no a la siguiente convocatoria de registros o espero a notarías. Yo no lo tendría nada claro pero como mi ley es la ley de la Última Oportunidad, no la de las dos últimas oportunidades, no iría a registros. Mi plan es a largo plazo y si hay que ser Notario en 2022, pues es lo que hay que plantearse y conseguir. ¡Cuidado con desfondarse sobre todo si hemos suspendido en el segundo o en el dictamen¡ Una vez más recordaré que yo tenía 34 cuando aprobé y que a estas alturas tengo claro que me mereció la pena la espera y el esfuerzo.
Uno no puede seguir cometiendo los mismos errores y engañándose a sí mismo. Si decides continuar tiene que ser sobre la base de depurar los errores que puedas haber estado cometiendo.
Conste que todo esto, en el fondo, no es más que un hablar por hablar (yo ya salí de aquello) y un intentar buscar soluciones y aportar algo a aquellos que pasan por el momento crucial de continuar o no continuar con la oposición.
Toda la historia de mi oposición contada cronológicamente puede leerse en “Nada antes que opositar (Nihil prius oppositio)”. Si alguien se anima a recibirlo dedicado que me escriba a justitonotario@hotmail.com y le explico cómo proceder. Todavía no me explico cómo hay opositores de larga duración (o que vayan a empezar porque ya sabéis que mi libro es también de primero de opositor a notarías) que no tienen mi libro en su mesita de noche porque, creedme, no vais a encontrar una historia como la mía en ningún sitio. Solo nos quedan unos treinta y cinco ejemplares aunque espero que sigamos imprimiendo mas cuando se acaben.
Hasta otra. Un abrazo. Justito El Notario. @justitonotario
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Muy interesante la serie sobre opositores. Aunque ya casi ni me acuerdo de cuando preparé a algunos compañeros, mi experiencia y el “hago lo que me da la gana” de justito, me invitan a valorar algunos aspectos a menudo olvidados que se me antojan cruciales y que no siempre son tenidos en cuenta como merecen:
– El “conócete a ti mismo” exige o al menos aconseja, la realización de unos tests dirigidos por profesionales (pedagogos o psicólogos), que valoren las capacidades y limitaciones de cada opositor. No se trata de determinar si vale o no para sacar la oposición, sino de conocer las cualidades, las armas con que el opositor cuenta para poder afrontar el formidable reto que tiene frente a sí.
– Los resultados de estos tests deberían ser tenidos en cuenta para personalizar la preparación de cada opositor. No hay dos personas iguales ni dos opositores comunes. Lo que a unos va bien, a otro puede resultarle contraproducente. La preparación debe orientarse de forma personalizada para que cada opositor pueda dar lo mejor de sí mismo, hacer brillar sus cualidades y minimizar sus flancos débiles.
– El objetivo final de la preparación es aprobar y el medio necesario para conseguirlo es que cada opositor sé el máximo de que sea capaz. Pero no sólo cuantitativamente, el tiempo invertido en estudiar se da por sentado, sino sobre todo cualitativamente, el máximo que él puede dar de sí, conforme a sus competencias y capacidades, con independencia de los de los demás.
– Deben tratarse igualmente aspectos que pueden ser problemáticos: Aburrimiento, desánimo, cansancio, saturación, depresión y muy especialmente, la ANSIEDAD. Y deberían tratarse, insisto, profesionalmente, más allá del arte de cada preparador.
Si estas variables subjetivas de cada opositor se incluyen en la preparación, los resultados mejorarán espectacularmente, a igualdad de otros factores.
Buenas tardes Javier.
Estoy muy de acuerdo con la personalización de la preparación y con la existencia de importantes diferencias entre las “personas opositoras”, que diría aquel.
Desgraciadamente observo que muchos opositores se quejan de que sus preparadores no les comprenden y les aplican lo que les funciono a ellos, actuando con látigo pero sin saber pasar la mano por el hombro cuando es necesario.
Al final, pienso que desaprovechamos un importante capital humano, valorando y potenciando cualidades que están muy bien para la oposición pero que no aseguran los mejores profesionales.
Gracias, como siempre. Un abrazo, Justito El Notario.