Que sepan mis seguidores que el Manducare no ha muerto. Solo sucede que el blog se ha hecho tan grande por la parte de la Fide, que llevo completamente al dÃa de ideas y actualizaciones, que esta otra sección, mucho mas agradable y distendida, acumula un retraso descomunal, porque sepan queridos lectores que yo he seguido comiendo, bebiendo y disfrutando como antes lo hacÃa y en cada ocasión que se me ha puesto por delante la oportunidad de hacerlo. A causa de la pandemia, lógico, se ha viajado mucho menos pero ha habido muy buenas escapadas que espero contar en algún momento.
HacÃa tiempo que no añadÃa un nuevo Parador a mi lista y le ha tocado el turno al de Parador Nacional de Soria. Dormimos allà de camino a La Rioja para asistir al dÃa siguiente a la boda de una compañera que me dio una gran alegrÃa con su invitación. Tendré que contar el resto de la vivencia, que fue inolvidable en su conjunto, pero de momento vamos a recordar algo de la noche que pasamos en Soria (primera noche que dormÃa en mi vida en esta ciudad por la que ya habÃa pasado de manera fugaz hace años).
Con el de Soria son ya 37 visitados de los 97 que componen la red.
Tras un dÃa de trabajo y un largo viaje llegamos de noche cerradÃsima a Soria. Estuvimos valorando la posibilidad de ir a cenar a Baluarte o a Mena (ambas recomendaciones de mi compañero Vitty Fanjul) pero preferimos quedarnos a cenar el Parador para no tener que dar ni un solo paso ni tener que volver el coche en una frÃa noche soriana que estoy seguro que no fue de las peores que pueden caerte por esos lares.
El Parador estaba en obras en el exterior con lo que poco pudimos divisar de su entrada principal. Es un edificio moderno ubicado en un alto que tiene mucho mas interés que el propio Parador. Las habitaciones son de estilo “impersonal” frente al clásico estilo “castellano” que Paradores ha usado durante décadas en muchos de sus establecimientos. Correcto, confortable, buena ropa de cama, cálido y con una balconcito en la habitación que actúaba de cortapisas frente al frÃo exterior y que constituye una galerÃa invernadero para divisar el rÃo y parte de su ribera aledaña.
Tras no mas de diez minutos en la habitación nos fuimos al comedor a restablecernos con una buena cena. Nos decantamos por media de croquetas y el fabuloso torrezno que ilustra la cabecera de este post. Después nos dimos a las migas en inusual presentación. Hubo ración entera para mà y media para mi mujer. Un par de cervezas, un vino de la zona llamado AntÃdoto y para terminar una costrada soriana compartida con un helado de mantequilla que, como dirÃa mi amigo Tomás MartÃnez Pagán, “estaba de lujo”. Luego a la cama y a descansar de un largo, cansado e ilusionante dÃa preludio de una jornada que sabÃamos iba a ser maravillosa.
Por la mañana nos pareció demasiado el buffet libre y nos conformamos con un básico de café, zumo y tostadas (creo recordar que yo me endiñé algunos churros). Por cierto, que no habÃa mantequilla de Soria. Que si las lecherÃas, que si la época, que si el proveedor, pero el caso es que no la habÃa y nos quedamos con las ganas de hacernos una buena tostada con un buen taco de medio centÃmetro de una de las cosas que me mas gustan de toda la vida en el desayuno o en la merienda.
Tras el desayuno, carretera y manta rumbo al Hotel Marqués de Riscal donde iba a tener lugar el convite de la boda. Pero … ese ya es otro episodio de esta historia.
Manejamos la alternativa de dormir en el Parador Nacional de Sigüenza (que tenemos pendiente) pero la ruta en coche hacia nuestro destino era la que pasaba por Soria por lo que dejamos a Sigüenza para mejor ocasión.
Tengo pendiente de escribir sobre el Parador Nacional de Gijón al que fuimos hace ya unos tres años.
Hasta otra. Un abrazo. Justito El Notario. @justitonotario
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