Me lo decÃa el otro dÃa una opositora que ya ve muy cerca el horizonte de los seis años de oposición.
“Esto se hace súper largo y no dejas de sufrir en ningún momento. Al principio porque no sabes si vas a poder con todo lo que tienes que hacer. Cuando empiezas a dominar un poco los artÃculos del Código Civil, porque empiezas a pensar si vas a llegar a tiempo a la convocatoria. Cuando no apruebas en esa convocatoria, sufres porque tienes que volver a empezar, después porque te han cambiado los temas, después porque te entra la ansiedad al ver que están pasando los años. Más adelante porque crees que algunos temas no están bien y deberÃas cambiarlos. Después porque la incertidumbre te reconcome. Asà que, en esto, no se deja de sufrir nunca, ni siquiera en vacaciones, ni el dÃa de descanso, porque siempre tienes la mente pensando ¿llegaré o no llegaré a tiempo? ¿lo conseguiré o no lo conseguiré algún dÃa? Al final esto con los años se convierte en una auténtica tortura”.
Al terminar de escuchar su audio le dije: “Me has dado una idea para un próximo opoflash“.
Y este es ese opoflash, el opoflash de la teorÃa del permanente sufrimiento del opositor.
Ya lo digo en “Nada antes que opositar (Nihil prius oppositio)”: la oposición fue para mi un puñetero infierno del que no me explico cómo pude sobrevivir saliendo por la puerta grande y quedando razonablemente cuerdo. Eran muy pocos los momentos de felicidad: un buen cante, un buen dictamen, las vacaciones o dÃas libres aunque con el sobresalto permanente del que sucederá, y, realmente, pocos momentos más. Efectivamente, esto de opositar es (era en mi caso) un sufrimiento permanente del gran intensidad.
Algunos que todavÃa no se han comprado el libro deberÃan tenerlo en la mesita de noche y aprender de una auténtica historia de terror que duró casi once años y cinco convocatorias.
Hasta otra. Un abrazo. Justito El Notario. @justitonotario
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