He comido hoy con un compañero recién aprobado. Ese compañero es de los galgos. Sí, de esos de los que cabría decir que “de casta le viene al galgo”. Además, menuda casta la de este galgo …
Me ha gustado que le gustara charlar sin prisas mientras comíamos y bebíamos. Diría que hemos congeniado, que somos afines y que, salvando mis heridas de dieciséis años de ejercicio en el “poblao” como diría el gran Fernando P. Rubio, estamos en la misma onda. Además creo que lo vamos a seguir estando.
Paco Gandía nos ha deleitado con su batería de platos clásicos a los que les hemos añadido algo de quisquilla. Nos lo ha aderezado con una fantástica botella de vino de estas tierras que se me ha olvidado apuntar cómo se llamaba. Mañana se lo preguntaré.
Cuando estábamos ambos en los cafés y yo me simultaneaba con el gin tonic, ha sido cuando SPR me ha mencionado la teoría del “punto de no retorno”. Me hubiera gustado que la escribiera él, pero soy yo el que, entre los efluvios del alcohol en los que me encuentro, lo está haciendo en estos momentos.
La teoría del punto de no retorno es “la teoría de las teorías” acerca del mundo de las oposiciones. Cerca de setenta posts sobre oposiciones, otros tantos opoflashes y alguien me viene a contar algo en lo que yo antes no había pensado o tal vez algo en lo que sí que había pensado pero a lo que no le había puesto nombre.
No me cabe la más mínima duda. ¡Qué gran verdad¡
Hay un momento de la vida del opositor en el que ya no hay marcha atrás. Es un punto en el que ya no te planteas hacer otra cosa; un punto donde si te marchas te arrolla el tren de la vida; un punto en el que ya solo cabe seguir adelante … es lo único que se puede hacer.
Yo estuve allí y no solo pasé por allí. Me paré y no me arranqué de aquel punto durante largo tiempo. No fui capaz de seguir adelante. El punto de no retorno no es una ficción, no es una entelequia, no es una distopía, es la puñetera realidad. Yo pasé por él, pero en realidad no sabía dónde estaba, dónde había llegado, cuándo me había estancado, por eso estaba como estaba: había llegado al punto de no retorno. Mi cabeza se revelaba. Ni tan siquiera mi corazón quería seguir adelante. Sin embargo, lo hice.
Es una zona que no volveré a recorrer, que no desearía a nadie, pero de la que un día me desenganché hasta llegar a salir por el otro lado. No diría que salí tan campante, pero sí que salí con mil cuerpos de ventaja respecto de aquellos de los que me bifurqué cuando solo tenía veintitrés años.
Había sobrevivido. Lo había conseguido.
Desengancharse
Con buen criterio mi amigo FerFer, me decía después de leer este Flash, que tal vez algunos puedan necesitar de ayuda psicológica para abandonar la oposición y para iniciar una nueva vida más allá del punto de no retorno. No me parece ninguna tontería …
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Hasta otra. Un abrazo. Justito El Notario. @justitonotario
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