Aún no sabía lo que era el surmenage o síndrome de fatiga crónica, pero lo estaba padeciendo, mis padres se estaban divorciando y toda la familia atravesaba unos días complicados, estudiaba cerca de catorce horas al día, llegaba el momento de la verdad pues mi primer examen estaba a pocos días vista y mientras estaba comentando con mi novia todo esto y lo agotado que me encontraba, el miedo que tenía a coger un resfriado o a pagar un reventón y lo difíciles que se me estaban poniendo las cosas, me doy la vuelta y veo que alguien próximo (afín…), que está presenciando la conversación, me está haciendo burla, poniendo cara de llorar mientras simula que se frota los ojos haciendo algo así como los pucheritos de los niños pequeños. Era su particular forma de expresar que qué pena le estaba dando lo que yo contaba y de significar que lo mío no era para tanto, a fin de cuentas estaba ridiculizándome.
Pensé … ¡este tío es imbécil¡
Estarán de acuerdo todos los opositores: el que no sepa como ayudar, ¡mejor que se calle y no diga nada¡, porque recurriendo a este tipo de cosas, se produce el efecto justamente contrario al que se persigue. En vez de animar lo que haces es cabrear y en vez de quitar hierro lo que consigues es que uno se sienta completamente incomprendido.
Por cierto, lo del surmenage lo tengo contado en este otro post.
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Hasta otra. Un abrazo. Justito El Notario. @justitonotario
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