Una larga historia la de Frustratus. Intentaré contestar a sus preguntas, probablemente retóricas, a fin de animarla a que continúe “la batalla” y termine consiguiéndolo lo que ansía. Les dejo con ella para que saquen sus propias conclusiones.
Soy una persona que necesita estabilidad y tranquilidad laboral y siempre he sabido que eso solo podría lograrlo por la vía de la oposición, aunque siempre lo vi como algo imposible puesto que soy una persona que confía -1.000 en si misma y que siempre ha creído que tenía mala memoria a largo plazo. Algunos profesores apostaban mucho por mí y me decían que era mejor de lo que yo creía, y que realmente podría conseguir perfectamente ir a por una oposición de gran cantidad de temas porque valía perfectamente para ello. Desde el primer día que canté con el que sigue siendo hoy mi preparador, me convenció de que estaba en el sitio correcto. Tenía lo que denominaba “madera de opositor” por lo que podría aprobar con trabajo y constancia, porque ya llevaba algo de salida que otros tardan más en hacer bien: el cante de los temas. Rapidez, soltura, buena memoria y literalidad. Mis problemas: mi escasa confianza en mí misma y mi excesivo perfeccionismo. Esa combinación hizo que los primeros años avanzara bien pero no lo suficiente. Debería haber creído mas en mí desde el principio pero la inseguridad y esa poca creencia en mis posibilidades han marcado mi trayectoria. Temía quedarme en blanco, no saber empezar, hilar mal los temas o qué me tocaran temas alejados en el tiempo. De todos mis miedos, el único que se materializó fue el último. A pesar de todo, llegó el día en que aprobé el primer ejercicio de la oposición. Tras unos días de descanso y el evidente subidón, llegó lo que mi familia bautizó como “el hostión”.
El segundo yo creo que siempre va peor preparado que el primero porque le dedicamos menos tiempo en general (error). Fui consciente de mis limitaciones desde el primer momento, pero sentí mucha presión desde el minuto uno en que me puse a estudiar: una presión fue la auto impuesta y la otra la procedente de mi familia y del preparador. Literalmente sentía que era ahora o nunca, que si no lograba aprobar me estancaría y me costaría mucho salir adelante, y esa angustia, primero mental, pronto hizo mella en mi persona a nivel físico. Llevé casi todo el temario, dejando unos pocos temas a la suerte, otros mediocremente estudiados y otros perfectos, pero iba con la cabeza embotada. No sé cómo logré llegar al examen “viva” y, más importante, “cuerda”, pero lo hice. Supongo que fue el orgullo o las ganas de demostrarme que podía, pero el caso es que llegué. La querida Fortuna no me ayudó ese día. Un tema no lo llevaba nada bien, el resto no eran maravillosos para mi, pero sí bastante defendibles, sobre todo dos de ellos. Por un momento, pensé en utilizar la fórmula de la retirada. Pero algo me dijo que debía quedarme. Y me quedé y de manera imprevista enlacé un tema con otro hasta finalizar el examen. El resultado fue un suspenso. El feedback del tribunal fue muy positivo. Me animaron a continuar porque lo que habían notado con relación al anterior oral es que me había faltado tiempo para preparar el ejercicio correctamente, pero que me veían con un nivel más que suficiente para aprobar prontamente. Quizá lo único negativo que sacaron de mi ejercicio fue que había sido un poco desordenado en algún epígrafe (fruto, sin duda alguna, de la falta de repasos). Los días posteriores al suspenso fueron, inicialmente, buenos. Estaba muy contenta con mi progresión. En la convocatoria anterior estaba dudando de mis capacidades al no ser capaz de pasar el primer examen a pesar de sentirme una buena opositora pero completamente estancada. Ni en mis mejores sueños pensé, cuando firmé esa convocatoria, que iba a llegar tan lejos. Aprobar el primero sí, pero un segundo, con unas bolas pocos agraciadas, jamás lo hubiera pensado y encima con una buena nota. Así que ¿cómo no estar contenta?
El problema llegó cuando retomé el estudio a las dos semanas y media. Usted dirá “es que volviste demasiado pronto” y yo le daría la razón una y mil veces más, pero en mi cabeza ya rondaba la siguiente convocatoria así que volví al estudio, canté una semana, caí, desistí y cogí días extra. Volví, me hundí y decidí darme unos días mas. Y así en bucle durante un mes hasta que me senté con mi círculo de opositores pasivos, aquellos que tanto habían sufrido los últimos meses al verme en tan malas condiciones: mi madre, la persona con mas cabeza que conozco, y mi pareja (también opositar) y les dije que quería pero no podía estudiar. Su primera pregunta fue ¿quieres seguir y te ves con capacidad para aprobar esta oposición? Mi respuesta fue “sí, pero”. Ese maldito “pero” que lo cambia todo en la vida. Soy una persona insegura y perfeccionista que funciona mal bajo presión. Al oral le he perdido el miedo por completo. Obviamente cada vez es diferente, cada tribunal es distinto, y lo que hoy vale para uno puede no valer para el siguiente, pero me refiero al miedo a la primera vez, a lo desconocido, a ese “y si me quedo en blanco…”, eso ya no existe. Sé lo que quiero ser. Y sé que puedo serlo. Pero no sé cuándo podré volver a subirme al carro de combate. Siento que no debo dejar pasar oportunidades, porque los tiempos son convulsos, y porque también sé que mi orgullo se sentiría hundido si viera que me dejé abandonar cuando podía haberlo intentado. Pero sentarse y no poder es muy frustrante.
Y en ese bucle ando. Quiero. Intento. No puedo. Me frustro. Los días pasan y la cabeza machaca. Y sé que si me pusiera ya, como los jóvenes decimos “a full” podría tener posibilidades. Pero ¿cómo volver a ese “a tope”? ¿Cómo se recupera la ilusión? ¿Cómo vuelve uno a sentarse delante del Código Civil sin contar las horas y “disfrutando” del camino mientras los artículos fluyen y vuelve todo a su cauce? ¿Cómo se vuelve a activar el piloto automático y se apagan los pensamientos? ¿Cómo es posible querer y no poder? Ahora mismo paso los días entre códigos y con su libro. Claramente acabaré su libro antes que los códigos. Ojalá pronto pueda decirle que salí del bache, por inspiración divina, de Justito, del preparador, de la primavera, o de lo que sea que me haga sentarme a ser la que era porque literalmente me echo de menos. Ya sabe lo que dicen “uno no sabe lo que tiene hasta que lo pierde”. Aunque yo diría más bien “uno no sabe lo que era hasta que deja de serlo”. Nunca me había pesado tanto mi simple existencia. Ojalá algún día mi pareja y yo podamos escribirle y decirle que lo logramos. Ahora mismo los dos devoramos su blog en cada jornada de estudio, aunque a diferencia de mí, mi chico tiene muchísima más fortaleza mental y se recupera de los golpes en menos que canta un gallo.
¿Cómo volver a ese “a tope”? Rebajando la tensión. Hay que pensar en el día a día y hasta en abordar la última oportunidad. El ejercicio, la psicología y la química pueden ayudar mucho. Debes planteártelo.
¿Cómo se recupera la ilusión? Volviendo a estudiar normalmente. Es otro bucle … pero es un bucle en positivo.
¿Cómo vuelve uno a sentarse delante del Código Civil sin contar las horas y “disfrutando” del camino mientras los artículos fluyen y vuelve todo a su cauce? Yo nunca disfruté de este tipo de estudio. Disfruto del que hago ahora, pero entiendo lo que quieres decir y de hecho lo has entrecomillado. Se consigue estando bien y para estar bien … hace falta tranquilidad, ir pasito a pasito, cuidarse del modo indicado. Puede todo volver a fluir de nuevo en el sentido que queremos aunque seamos muy frágiles y con mucha facilidad para volver a caer. Es muy fácil decirlo; enormemente difícil hacerlo.
¿Cómo se vuelve a activar el piloto automático y se apagan los pensamientos? Consiguiendo que todo vuelva lentamente a funcionar.
¿Cómo es posible querer y no poder? Porque aparte de tu propia forma de ser, es normal que así ocurra cuando uno no está bien.
Hasta otra. Un abrazo. Justito El Notario. @justitonotario
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