Don Manuel de Espinosa, el intrigante Notario de “Un bosque en el aire” de Beatriz Oses

 

 

 

En el capítulo II de este libro de literatura juvenil (“Un bosque en el aire”), aparece Manuel de Espinosa, un Notario.

En las cuatro páginas en las que este personaje aparece (en realidad, en las cuatro páginas que una amiga me ha enviado) creo que hay una serie de apuntes estereotipados del Notario, de la notaría y de nuestra función. Algunos de esos apuntes hasta me parece que nos representan con unas connotaciones ciertamente negativas.

Primera pista: el “de” del apellido del Notario. No se llama Espinosa, se llama “de Espinosa” y utiliza butacas de terciopelo rojo en su despacho. Eso sí, comenzó su alocución con gran profesionalidad.

Usa, sin embargo, un término inexacto “herencia en vida” para referirse a una cosa que no existe y que no parece (aunque si que se usa ese término para designar algo) que sea lo que se va ha venido a hacer a la notaría.

El Notario juguetea, mientras hablan, con un bolígrafo plateado. Bueno, yo también jugueteo con mis lápices y con mis bolis Staedler básicos mientras hablo o mientras que la gente me habla. Además, tiene una maliciosa sonrisa.

Continúan las inexactitudes cuando el Notario procede a leer el testamento a las dos personas (hijo y nieto del testador, probablemente) que están con el Notario en su despacho sin estar el propio testador. Hasta el propio hijo duda de que “eso pueda hacerse”, respondiendo el Notario “bah, a él le da lo mismo”.

El Notario se aclara la voz antes de empezar y se pone las lentes (no gafas, lentes, desde las que mira por encima). Cuando lee, reconoce que se “salta este rollete para ir al meollo de la cuestión”, cosa que sorprende a sus visitantes.

Menciona el Notario (en un testamento) que se entregará al hijo la mitad de la herencia en vida bajo ciertas condiciones. El hijo y nieto, no comprenden nada y piden que se les repita lo que se acaba de leer. El Notario, tranquilamente, accede y a ellos les sigue sonando a chino con la nueva explicación.

Tras la reacción del hijo al “testamento” de su padre, el Notario se cruza de brazos y se recuesta en su sillón. Acababa de perder una apuesta y por esa razón, que testador y Notario esperaban, tienen preparado un informe médico del testador elaborado por el propio Notario que revela, ante la queja y sorpresa del hijo, que ademas de Notario, ¡es médico! y mecánico, habla tres idiomas y le gusta ornitología (alardeando de todo ello).

Para relajar la situación, el Notario saca una botella de una pequeña nevera y sirve tres mostos, animando a sus visitantes a beber. Ellos obedecen “aterrorizados”. El Notario se bebe el mosto de un trago mientras sigue explicando y pide permiso para terminar con el testamento. Para hacerlo, se ajusta las lentes en su alargada nariz.

En la ilustración del momento de la visita del Notario, este se encuentra relajado, el padre sorprendido y el hijo como asustado mientras los vasos de mosto están sobre la mesa del Notario.

 

No sé que había pasado en el Capítulo I, ni qué. sucede de la página 15 en adelante, pero no creo que a los jóvenes lectores de esta obra se les despierte la vocación notarial con este Don Manuel de Espinosa.

Seguro que la hija de mi amiga (que es Notario) debió pensar: “mi madre no es así”. Bueno, voy a comprármelo porque quiero saber si Don Manuel es o no es el malo de la película …


Hasta otra. Un abrazo. Justito El Notario. @justitonotario