Siempre es un buen momento para compartir algunos recuerdos de la que fue mi primer destino notarial: Mondoñedo.
Criterios para concursar
A la hora de concursar te encuentras entre los recién aprobados con un poco de todo: el que quiere quedarse lo más cerca que pueda de su casa, el que quiere irse lo más lejos que sea posible, el que quiere mar, el que prefiere la montaña, el que quiere pueblo, el que prefiere la ciudad o el que da preferencia a los ingresos. Sin duda, en cuanto a criterios para concursar, se llevaría la palma de la originalidad un compañero de mi promoción que clasificó las notarías por criterios cinegéticos.
Mi primer concurso
Yo tenía claro que quería ser notario de un pueblo, notario único y que quería ir al norte, concretamente a Galicia, y dentro de Galicia a la provincia de Lugo a ser posible (y lo era porque en Lugo siempre hay donde elegir). Así que Galicia, Asturias y la provincia de León por este orden fueron mis preferencias fundamentales a la hora de rellenar mi instancia en Octubre de 2002, aunque por supuesto, y este criterio fue también fundamental, aspiraba a una notaría que proporcionara unos ingresos suficientes. No son muchas pero hay notarías de entrada que se mantienen por razones de servicio público, que proporcionan exiguos ingresos y que en tiempos llegaban a ser de “congrua”. Mi compañero José Carmelo Llopis nos explica aquí unas cuantas cosas de interés en cuanto a los concursos notariales.
Así que entre las 181 notarías vacantes del primer concurso (primero y último puesto que nos colocamos todos de una vez sin que sobrara ni una sola notaría) en el que participaba mi promoción puse las últimas, ordenadas casi al azar ya que mi puesto 28º en la oposición me permitía hacerlo de este modo, las siguientes:
- Las notarías de capitales.
- Las de ciudades o pueblos donde no sería Notario único.
- Y las de zonas a las que no tenía ningún interés en ir (no daré nombres).
Luego ordené con mucho más cuidado el resto de plazas vacantes en base, de una parte, a la información que recabamos un grupo de compañeros de promoción que nos organizamos para obtener los informes de los compañeros salientes de las plazas ahora a concurso y, de otra, en base a los Anuarios de la Dirección General de los Registros y del Notariado en los que constan las estadísticas detalladas de todas las notarías existentes en España. Algunas de las llamadas a aquellos compañeros, en mi caso, las hizo mi padre, notario en activo en aquel momento, a quien por supuesto le encantó hacerlo.
En realidad no tuve (o tuvimos) tanto cuidado como pudiera parecer porque de Mondoñedo sabíamos muy poca cosa, aunque cumplía tres de mis criterios: Galicia, Lugo y notaría única. Así que cuando supe que se había convertido en mi primer destino llamé con un cierto susto en el cuerpo (por si había metido la pata) a mi predecesor, conocido ahora como Iurisprudente, quien me puso al tanto de todo. Había tomado una buena decisión. De aquellas 181 notarías, Mondoñedo fue la segunda o tercera que puse en la instancia. Por encima solo quedó Xixona y puede que otra más que ahora no consigo recordar.
Enhorabuena Notario de Mondoñedo, que tengas Sort
Así que me fui a Mondoñedo. Y eso fue lo que me dijo por SMS la compañera de promoción, de dictamen (y sobre todo amiga) que fue a Sort en el mismo concurso cuando por fin se resolvió nuestra incógnita.
Allí me sucedieron un montón de cosas. Me relacionaba con todo el mundo. Desde el Obispo Gea Escolano que me invitó a Palacio a merendar (aunque no llegué a ir) y al que le llevé en una ocasión una caja de naranjas regalo de mi cuñado Paco que había sido alumno suyo en Valencia, hasta Armando do Besto, que era un bruto de apariencia y trato y principal protagonista cada año (de ahí su nombre), de A Rapa das Bestas del Campo do Oso que se celebra cada mes de Junio.
Feliciano
Me acuerdo a menudo de Feliciano a quien conoce todo el mundo en Mondoñedo. Debíamos de tener horarios similares, porque justo al salir de casa por las mañanas para ir hacia la notaría, me lo topaba y me saludaba, parándose unos instantes, como si se me fuera a cuadrar, con aquel “buenos días, Señor Notario”. “Buenos días, Feliciano”, le contestaba yo. Me disparaba el ego todas las mañanas ese hombre. Yo que estaba tan apocado después de tantos años de oposición.
Nondeixa
Cuando me marché de Mondoñedo ya no era el mismo, en ningún sentido.
Hicimos o me hicieron varias fiestas de despedida. Algunas fueron debidamente organizadas y otras espontáneas, porque en Galicia hacen faltan pocos motivos para montar una fiesta. Nunca he creído en lo del carácter cerrado de los gallegos y menos después de aquella nueva etapa de mi vida en Galicia. Ya había vivido antes en Galicia, soy hermano, hijo y nieto de gallegos y mi padre tuvo tres notarías allí, así que creo saber de lo que hablo en cuanto al tópico del gallego cerrado.
En una de aquellas fiestas se nos hizo casi de día. Unas horas después había quedado para levantar acta con “Nondeixa”. A Nondeixa le llamaban así porque cuando era niño su madre a menudo no le dejaba hacer cosas que los demás niños si podían hacer. El pobre niño decía a sus amigos: “Miña nai, non deixa”. Lo dijo tantas veces que el resto de su vida fue conocido como “Nondeixa”. Es habitual, en cualquier parte, no saber el origen de los motes, así que lo prudente es no utilizarlos sin estar en la seguridad de que no sean despectivos. Por eso yo a Nondeixa, nunca le llamé Nondeixa.
Aquella mañana, Nondeixa me vio llegar perjudicado y más de una hora tarde a nuestra cita, así que antes de hacerme levantar acta, en interés de ambos, me invitó a desayunar. Tras un café de desayuno doble, recuperé las fuerzas y nos fuimos a practicar su requerimiento. Fue uno de las últimos en mi querido Mondoñedo.
Mis primeras elecciones
Entre el día de Nondeixa y el de mi llegada a Mondoñedo, tuve ocasión de perjudicarme alguna vez más. Recuerdo como un día bárbaro el de mis primeras elecciones como Notario. He hablado de la función notarial en materia electoral aquí.
Para el que nunca ha vivido en un pueblo, no contar con los beneficios y distracciones de la ciudad resulta algo agobiante, casi asfixiante, así que con frecuencia nos íbamos a Lugo o a La Coruña los fines de semana.
Además vivir en el pueblo y que todo el mundo sepa donde lo haces, puede tener algunos inconvenientes. En una ocasión vinieron a buscarme a casa. La requirente, que me encontró en pijama, quería llevarme así a practicar su urgentísimo requerimiento. Pude convencerla de que se fuera a la notaría, hablara con Pepe, el oficial, para ir adelantando y al objeto de que yo pudiera ducharme y vestirme antes de ir de actuación.
Aquel día de elecciones en el mes de junio, supuso un antes y un después para mi y mi mujer en nuestro devenir mindoniense. Ya llevábamos cuatro meses en Mondoñedo y aún estábamos poco integrados. Salimos a tomar los vinos y nos encontramos con unos conocidos (luego grandes amigos) y con ellos, y con más gente que se fue uniendo al grupo, pasamos todo el día comiendo y bebiendo. Menos mal que no hubo ninguna incidencia electoral. De haberla habido, tal vez hubiera tenido que pasar antes por la ducha y el café como el día de Nondeixa. Después de ese día nos integramos de golpe en la vida de Mondoñedo.
Curiosamente el día que cesé como Notario de Mondoñedo también estuvo marcado por unas elecciones. Antes de firmar mi acta de despedida, firmé por medio concello hasta diecisiete poderes electorales.
Carlos, el pintor
Del embarazo de mi mujer, se enteró todo el mundo en Mondoñedo. Carlos, el pintor, un tipo con el que tuve mucha empatía, se encontraba un día subido a un andamio destartalado pintando la fachada de una casa de la Calle Progreso, en la que yo vivía. Al pasar a la altura de su andamio, me llamó y se puso a silbar al tiempo que hacía el gesto de señalarse una imaginaria barriga como si se fuera Harpo Marx. Solo con aquel gesto que hizo, yo le respondí: ¡Gracias¡
Trabajé mucho en Mondoñedo. Me despedí llorando y he vuelto a menudo por allí. Siempre me apetece ir a Mondoñedo, aunque cada vez me sea más difícil.
Al terminar de trabajar, casi a la hora de la cena, nos íbamos a tomar los vinos y a veces un buen plato de caldo, o raxo con patatas, tortilla o pulpo casi siempre en A Tasca con Toño y Piedad, aunque también en el Central con Donald y Rosa o con Pepe en O Valeco. Tras los vinos un paseo en la oscuridad de la ciudad, con las explicaciones de José Luis de Fortunato, con ese frescor nocturno, ese olor del musgo, ese olor a limpio y a piedra vieja. Mi San Rosendiño, la Catedral, lo poco que queda del Barrio Judío, la Alameda o los Remedios. Eran noches inolvidables.
Me encantaba despedirme por las noches de la gente y de los amigos con un hasta mañana o un deica mañá. Nada de buenas noches o hasta luego. Ni mucho menos un adiós. Allí era siempre hasta mañana, porque sabíamos que nos íbamos a volver a ver al día siguiente.
Quitar y sacar
Mi mujer trabajó conmigo en la Notaría. Estuvo un tiempo con la Asociación de Mulleres Rurais, hizo cestos, tapizó sillas, pintó telas, hizo un curso de gallego y hasta terminó trabajando un par de días a la semana para el Ayuntamiento de Mondoñedo, como asesora jurídica de mujeres maltratadas.
Trabajando en la notaría supo que quitar y sacar en Galicia se entienden de manera distinta:
– Quítame una fotocopia de esto – le decía su compañero.
– Será que te saque, ¿no? – decía ella.
Había un chiste con el que mi padre lo explicaba de forma clara y divertida.
Una pareja se besa apasionadamente entre las berzas y ella le dice a él:
– ¿Manoliño, me saco la blusa y me quito las tetas?
Mi padre decía que se quita lo que se pone y se saca lo que se mete. Al final creo que yo mismo me hice un lío y los de Mondoñedo llegaron a convencerme de que el que lo decía al revés era yo.
Un par de consejos para terminar
Creo que si tuviera que dar un par de consejos a los compañeros que están eligiendo su primer destino, serían estos:
Comienza como Notario en un pueblo y considera la opción de Galicia.
Y es que ser Notario en Galicia y lo expliqué en mi acta de despedida de Mondoñedo, es otra historia.
Hasta otra. Un abrazo. Justito El Notario. @justitonotario
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Real Academia Española, Palma de Mallorca, 15 de enero de 1981, Sr. D. JOSÉ MARÍA CHICO Y ORTIZ. Fernández de la Hoz, núm. 21, 4.º, Madrid-10.
Mi querido amigo:
No es que no quiera: es que ni puedo ni sabría. Uno es relativamente osado, diríamos que osado dentro de un orden, pero el valor tiene un límite, como el estreñimiento de las damas cumplidas y la propensión al martirologio, y mi entusiasmo por el riesgo se ha visto muy mermado por los acaeceres que me rodean y que cada vez entiendo menos. A mí, ¡qué quiere!, me desorienta mucho el gran guiñol del que somos espectadores, mal que nos pese, y en el que actúan cristobitas tan heterogéneos como el Papa Wojtyla, el emperador Bokassa, el ayatola Jomeini y doña Pilar Franco Bahamonde, ésta a escala más diocesana y doméstica.
Uno carece de títulos para prologar un libro como el suyo, cuyo solo contenido me estremece y hasta me llena de congoja. El haber naufragado en unas oposiciones tan distantes ya, que sobre su recuerdo pasaron dos guerras, y el haber sido suspendido en Derecho civil por un auxiliar sonrosado y con pretérito buen acomodo, no son credenciales suficientes para encabezar un libro de ciencia jurídica. Yo no sé una palabra de lo que usted dice en sus páginas y el haber llegado a mi edad, casi provecta, ignorando lo que puede ser la enfiteusis, por ejemplo, o la antipoca, supongo que me da cierto derecho a pasar a mejor vida (si cabe) conservando estas últimas virginidades.
Usted me hace mucho honor pidiéndome unas palabras preliminares; lo que no me explico es para qué las quiere. También usted sabe que hace cinco años, sobre poco más o menos, me quité de hacer prólogos aunque, a veces, incumpla mi propósito. Ahora estoy en la etapa de quitarme poco a poco de las permanentes incitaciones que nos acechan; hace cuatro años me quité de besar la mano a las señores; hace tres, me quité de fumar; hace dos, me quité de comer más de lo que me cabía; y hace uno, me quité de pegar patadas a los cubos de basura. Se conoce que voy para viejo. Un cura paisano y amigo mío me recomendó no dejar los vicios —cosa que siempre conforta y robora, como decía Azorín, de cierto vino dadivoso—, con el argumento, a todas luces evidente, de que ya son los vicios los que nos van dejando a nosotros.
Las oposiciones son un disparate; esto es lo que pensamos todos los españoles menos los que acaban de ganar la oposición. Pero el quitarlas de golpe pudiera ser que nos acarrease mayores males que los que ya padecemos, lo cual no sería política preconizable. A mí no me parece que sea bueno eso de que alguien, a veces, pueda tener toda la razón. A quien se da toda la razón se le capa, al menos, el derecho al pataleo, que es siempre tan reconfortante. A mí me parece más prudente que cada cual tenga su miajita de razón, aunque no le sirva de mucho, porque eso le ayuda a seguir viviendo y soñando.
Usted ha caído en el vicio hispánico de las prisas y me pide en enero un prólogo para febrero. No importa. El prólogo no se lo hago porque no sé, pero esta carta puede usarla si le conviene.
Salud y paz, en el 1981 y siempre para todos, es el mejor deseo de su buen amigo que le abraza. CAMILO JOSÉ CELA».
Buenas tardes Ulpiano:
No sé si fue usted el que me recomendó esta lectura.
Ya lo había conseguido, pero gracias por el envío. Es un texto magnífico.
Saludos. Justito El Notario.
Que historia más bonita!
Muchas gracias. Saludos, Justito El Notario.
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