Tuve una colaboración hace no mucho tiempo con la autora de este artículo que puede leerse aquí, así que es un placer publicar este artículo suyo en mi blog contribuyendo de este modo a prevenir (y si llega el caso a curar) un problema de importancia para los opositores: la ansiedad.
Les dejo con ….
“EL OPOSITOR ANSIOSO”, Eva María Díaz Ramírez. Psicóloga sanitaria
“Se calcula que, actualmente, en España, hay unos 100.000 opositores. El sistema de selección por oposición es uno de los más extendidos en nuestro país para acceder tanto a determinados puestos en las diferentes Administraciones Públicas como a otras profesiones legalmente reguladas según este sistema como Medicina, Farmacia o Psicología. De ellos, alrededor de un millar preparan las oposiciones al título de Notario, cuya dificultad y exigencia es legendaria.
Siendo un sistema de selección tan extendido y en ocasiones tan exigente, llama la atención que los opositores no cuenten con unos planes de intervención sistemáticos que les permitan afrontar las largas jornadas de estudio, la ansiedad, la falta de motivación y la frustración que conlleva esta preparación.
¿De qué hablamos cuando hablamos de ansiedad? Se trata de un proceso emocional básico que nos permite anticipar situaciones de peligro o amenaza y, como el resto de emociones primarias, cumple una función: movilizar recursos necesarios para afrontar adecuadamente situaciones de estrés. Selecciona la información significativa del medio y sesga la interpretación de situaciones ambiguas. Nos prepara para la acción y nos permite afrontarla con mayor eficacia. Sin ansiedad ¿qué retos diarios podríamos afrontar?
La ansiedad la experimentamos todas las personas y, en condiciones normales, mejora nuestro rendimiento porque moviliza los recursos necesarios para el mejor afrontamiento posible. Sin embargo, los estímulos que la desencadenan están ligados a la historia personal y a las características de personalidad, de hecho, lo que desencadena en mayor o menor medida la ansiedad es el significado que cada persona atribuye a una determinada situación y esto, a su vez, depende de lo que hayamos aprendido. ¿Por qué ante una misma situación, pongamos el ejemplo de las oposiciones, unas personas las afrontan con más ansiedad que otras?
Quien ha pasado por esta experiencia sin lograr aprobar a la primera nos lo narran con mucha claridad: “cada vez es peor”. Sin embargo, si una persona lleva dos años preparando y otra cuatro, sería de esperar, desde un punto de vista lógico, que este último tenga más confianza, ha estudiado y repasado el temario muchas más veces y por tanto, su ansiedad debería disminuir. Sin embargo, ocurre justamente lo contrario, quien lleva más años acude con más ansiedad a la prueba final. “Ha aprendido” lo que supone no superar la prueba y asocia las condiciones previas de estudio intenso con la situación desagradable de afrontar el examen y no lograr su objetivo. La ansiedad deja de ser una herramienta adaptativa y se convierte en una patología.
Una investigación realizada en 2021 por la autora de este artículo entre más de 300 notarios y más de 50 opositores a notarías reveló que había diferencias significativas entre los niveles de ansiedad de ambos grupos, siendo mayor la ansiedad en estos últimos, con un tamaño del efecto elevado, lo que sugiere que la ansiedad en los opositores ha dejado de ser una aliada para convertirse en un problema.
¿Cuándo deja la ansiedad de ser adaptativa para convertirse en patológica? ¿Cuándo deja de mejorar el rendimiento y se convierte en un obstáculo en el camino?
La respuesta a estas dos preguntas se encuentra en los sesgos. La ansiedad sesga la atención, la memoria y la interpretación.
Cuando vivimos en un estado de hipervigilancia, buscamos constantemente estímulos amenazantes y si no los encontramos convertimos los estímulos neutros en potencialmente peligrosos. De este modo, el foco de nuestra atención cambia y en vez de centrarnos en la tarea y sus objetivos nos concentramos en esa posible amenaza, de tal manera que es difícil concentrar la atención en cualquier otra cosa que no sea paliar ese hipotético daño. A la vez, los correlatos neurofisiológicos que acompañan el procesamiento emocional son desagradables, de ahí que intentemos por todos los medios que la ansiedad desaparezca. Ahí tenemos la primera razón de por qué el rendimiento baja.
A lo anterior se une el hecho de será más fácil para nuestra memoria acceder a la información que creemos amenazante, bien porque ya hayamos vivido situaciones similares o porque las hayamos visto en nuestro entorno –aprendizaje vicario- de tal modo que utilizaremos la memoria para recuperar la información que creemos que nos ayudará a enfrentarnos a la situación en vez de utilizarla para la tarea que tenemos que realizar.
Finalmente, opera el sesgo de interpretación, consistente en valorar como desproporcionadamente negativos estímulos neutros, ambiguos o dudosos. Así aparece la preocupación, una cadena de pensamientos que nos mantienen ocupados en la tentativa de solucionar un problema que aún no existe pero que nos obliga a estar alerta “por si” aparece y ocupa la mayor parte de nuestro procesamiento cognitivo. Kahneman, primer psicólogo que recibió un premio Nobel de Economía -no existe un Nobel para los psicólogos- con su inseparable compañero de investigación Tresky, que no pudo recibir dicho premio por haber fallecido de cáncer de piel un año antes, demostraron que las personas cometemos diariamente errores en los juicios probabilísticos. Uno de ellos es el “heurístico de accesibilidad”, las personas evaluamos la probabilidad de un acontecimiento por la facilidad con la que los ejemplos nos vienen a la mente o se nos ocurren. Por ejemplo, podemos sobrevaluar el riesgo de sufrir un infarto en personas entre 50-60 años recordando su incidencia en las personas ese rango de edad que conocemos porque acuden a nuestra mente con mayor rapidez.
Fijémonos ahora en un deportista que nos guste y sigamos con cierta frecuencia. Podremos observar que su rendimiento varía de unos días a otros, de una competición a otra, incluso dentro de la misma competición. ¿Podríamos encontrar una explicación razonable en todo lo expuesto anteriormente?
La respuesta es sí, con rotundidad, cuando comienza un partido o una prueba los deportistas están concentrados en la tarea y, a medida que el partido avanza, se van produciendo acontecimientos y resultados. Si la persona logra mantenerse enfocada en la tarea, es decir, atención, memoria e interpretación de la situación están centradas en la tarea, independientemente del resultado el deportista podrá hacer una buena competición; pero si la atención se centra en el enfado que le ha producido una decisión arbitral, en el resultado adverso o en un público que no le es favorable, la ansiedad aparece y será un elemento determinante en su rendimiento y sus comportamientos comenzarán a ser erráticos o inexplicables para el espectador. La Psicología del Deporte ha centrado su investigación y sus esfuerzos en lograr que los deportistas de alta competición aprendan a manejar sus emociones y estén entrenados para centrarse en el rendimiento. Hoy en día todos los deportistas profesionales disponen de apoyo psicológico -que en algunos casos como el de Djokovic se reveló como decisivo-en búsqueda de lo que en lenguaje llano conocemos como fortaleza mental.
Y aquí llega lo más interesante. ¿Podríamos entrenar a nuestros opositores como si fueran deportistas de élite? Deportistas y opositores se enfrentan a largas y duras jornadas de intenso trabajo, durante años, hasta lograr ver algún resultado, esto provoca en ellos elevada ansiedad y burnout. Del mismo modo que entendemos que para aprobar hay que dominar un temario podemos pensar que dominar el entorno, es decir, la situación en que se va a desarrollar la prueba definitiva puede facilitar el camino al resultado óptimo.
Tanto deportistas como opositores se la juegan en una prueba final, parece lógico pensar que igual que les entrenamos para adquirir velocidad y maestría en la técnica adecuada podríamos entrenarles en facilitar el afrontamiento de la prueba, es decir, dotarles de aquellos recursos psicológicos que interfieren en la tarea e, independientemente del resultado, mejorar con ello su rendimiento diario y su calidad de vida”.
Me despido a mi manera habitual en nombre de Eva María y en el mío propio y … háganle caso todos los opositores. No se desaprovechen, ni se atasquen mas de lo necesario con lo psicológico que puede tener solución, no diré que fácil, pero que la tiene.
Hasta otra. Un abrazo. Justito El Notario. @justitonotario
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