Aunque mi amigo Dandanovic firmara alguna convocatoria de notarías (la de Valencia de 1991 y la posterior de Madrid) no se acabó presentando a ninguna. Sólo fue opositor a registros. No aprobó y gracias a mi blog, nos hemos hecho amigos. Hace pocos días le propuse que escribiera algo para la Sección Oposiciones y este es el resultado de mi propuesta: cinco grandes consejos para no aprobar nunca. Os dejo con Dandanovic. Es un verdadero crack que ya ha tenido magníficas intervenciones en mi blog a través de los Comentarios que en bastantes ocasiones ha dejado recogidos en diversas entradas de la mencionada sección. Para interesados en conocerle, escribid “Dandanovic” en cualquiera de los buscadores de la página de inicio del blog.
“Si ya se entiende”
El tema de literalidad del articulado es recurrente. Justito lo ha tratado en diversas ocasiones, y no admite discusión alguna. Los artículos deben saberse de forma literal. Como decía mi preparador (Sebas), “con sus comas, puntos y tildes”.
El único método que te garantiza la memorización exacta de los preceptos es el denominado “método horario”: horas y horas repitiendo y cantando todos y cada uno de los artículos. Cuando menos -como señala Justito- el Código Civil en su integridad y los 41 primeros artículos de la Ley Hipotecaria (hasta el título tercero, el de las anotaciones preventivas).
Además, la literalidad, una vez alcanzada, te proporciona una seguridad y una zona de confort incomparable. Yo recuerdo con especial cariño el tema de los censos (en su versión anterior a la maldita reforma de 1996) y su retahíla interminable de preceptos sobre los enfitéuticos, reservativos o consignativos. Una gozada, que empezaba en el artículo 1.604 y finalizaba en el 1.664.
¿Estudiar directamente del Código Civil o de los artículos insertados en los temas? Ese es otro debate. Los que nos inclinamos por la primera opción sabemos del cariño infinito que profesamos a nuestra pequeña obra pictórica en que acaba convertido. Como dice un compañero tuyo, Javier, experto en estos lares y que recientemente ha abierto un museo en el Pirineo de Aragón, los códigos son una muestra de lo que él llama “arte ingenuo”, dado que, a diferencia del “arte formado”, nacen con un propósito muy alejado del artístico, si bien ese acaba siendo su destino final. “Algunos -dice- son verdaderas obras maestras del minimalismo”.
Pues bien, en la academia estuvo durante un par de años un opositor que con cierto gracejo “explicaba” los artículos. No asumía la necesidad de aprendérselos al pie de la letra. “Si ya se entiende”, repetía cada viernes. “Aquí lo único que no se entiende -le decían los preparadores- es que no entiendas que así no aprobarás jamás”. Un día desapareció y no le volvimos a ver.
“Este se queda así hasta que las ranas críen pelo”
La mejora continua de los temas es algo que debe asumirse con naturalidad. Aunque hiperbolizar esa mejora puede llegar a convertirse en un problema aun mayor. Lo digo por experiencia. Mala experiencia, claro. La idea obsesiva de progresar los temas con añadidos doctrinales y jurisprudenciales terminó por desencuadrarme un buen puñado de ellos, con las consecuencias que eran de esperar. Pero más allá de mi conducta patológica, la mejora es un ejercicio saludable que los preparadores deben exigir, proporcionando ese plus que justifique en su día la recompensa por el Tribunal.
Marcos se negaba. Un tema bien cantado era un tema fosilizado. Ni una marca nueva de rotulador. “Uno menos”, decía. No era mal opositor. Tenía una voz grave y cantaba los temas con solvencia, algo engolado eso sí (como él). En su primera convocatoria a notarías suspendió. En la siguiente, en la que le acompañamos Francis y yo, hizo un ejercicio en su estilo, con su personal exposición y sin agobios de tiempo. El problema es que le tocaron dos temas que mantuvo fiambres los seis años de oposición. Y suspendió. No le convencieron las razones que los miembros del Tribunal le dieron y abandonó la oposición. Se hizo Magistrado -por el desaparecido tercer turno- y es titular de un Juzgado de Primera Instancia. Sus resoluciones judiciales mantienen la mediocridad de sus temas.
El día del cante no es una invitación a una velada flamenca
La preparación en una academia, que según las épocas era más o menos numerosa, es la única experiencia positiva que viví. Desconozco si una preparación -digamos- íntima o particular supone o no una ventaja. Depende del opositor y del cariz del preparador, supongo.
En la academia nuestro grupo tenía asignado como día de cante el viernes por la tarde, día tan lógico como peligroso. La verdad es que lo esperábamos con cierta alegría. Al alivio de cantar, sobre todo si esa semana había cundido, se unía la tentación de alargar un poco la tertulia que empezábamos a las 9 de la noche en el bar que se encontraba a las puertas del Colegio de Registradores, en la calle Consejo de Ciento 336.
Las cuitas, preocupaciones e histerias de la semana las rebajábamos con cervezas, más de una y más de dos. Algunos sábados empezaron a caerse. El problema apareció cuando un par de opositores decidieron que la tertulia podía iniciarse antes de cantar. Los resultados fueron catastróficos. Nos reasignaron a los martes.
La teoría del caos y el efecto mariposa
Mis conocimientos de física y matemática son los propios de un neandertal. Los entendidos explican que según la teoría del caos la gran mayoría de los sucesos y sistemas no resultan totalmente predecibles y que por el efecto mariposa una secuencia de hechos, aparentemente desencadenados entre sí, acaban por tener consecuencias también impredecibles.
Esas teorías (con la aquiescencia inexplicable de Sebas) eran las que mantenía José María: “El examen consiste en bolas aleatorias que extraes y que no tienen nada que ver unas con otras”· En base a ese razonamiento afrontó la oposición, estudiando cada semana los temas que mentalmente insaculaba. Por ejemplo, veía una matrícula de un vehículo que acaba en 47 y decía “esta semana sólo estudiaré temas que terminen en 7”. Y así venía a cantar con el 7, el 17 o el 87 de civil, y con el 27 de mercantil.
No lo hacía mal, pero era un puro disparate. Especialmente para mí que tardé tanto en encontrar un sistema que se me adaptara. Huelga decir que no aprobó. Desconozco si sigue rigiendo su vida con los mismos parámetros.
No infringir el sexto mandamiento con tu preparador/a
Posiblemente es el consejo mas dudoso de todos, pues tuvo varias excepciones acreditadas. María quizá la más evidente. No la única. Mantuvo durante la oposición, sin estridencias pero sin clandestinidad, sus visitas con su preparador y su aprobado fue impecable. Cada uno siguió con su vida.
Dandanovic, un amigo
Dandanovic nos ha dado sus particulares consejos para no aprobar y seguro que tiene muchos más (para hacerlo y para no hacerlo). En mi caso, toda la historia de mi oposición contada cronológicamente puede leerse en “Nada antes que opositar (Nihil prius oppositio)”. Si alguien se anima a recibirlo dedicado que me escriba a justitonotario@hotmail.com y le explico cómo proceder. Solo nos quedan unos treinta ejemplares aunque ojalá sigamos imprimiendo mas cuando estos se acaben.
Muchas gracias Dandanovic. Espero que repitas.
Hasta otra. Un abrazo. Justito El Notario. @justitonotario
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