Mi padre ya no está en este mundo, así que no podrá suministrarme (tal vez mi madre sí que pudiera hacerlo) los detalles que me falten para hilar esta historia relativa a José María Chico que tendré que contar de memoria y sin apuntador.
Mi padre aprobó sus oposiciones a notarías en 1961. Tomó posesión de su primera notaría (Friol, Lugo) el 20 de Marzo de 1962 con 25 años y 4 días. Es uno de los 85 más jóvenes Notarios de la historia.
José María Chico y Ortiz, Registrador de la Propiedad, al que le costó, como a mí, lo suyo aprobar (decía que en vez de quitarse años, se quitaba oposiciones) tardó unos 15 años en aprobar registros y fue (aún antes de aprobar) preparador de opositores a notarías, a registros y a algunas cosas más. Es el autor del famoso y descatalogado “Oposita que algo queda” que alguien se debería encargar de reeditar.
En 1966 un grupo de alumnos y ex-alumnos (entre ellos mi padre), rindieron homenaje al maestro y se tomaron la molestia de imprimir un librito con los discursos, con preciosas ilustraciones de Eduardo Martínez de Pisón y María Loreto Benita y que terminaba, nada menos, que con el “Testamento de Don Quijote” de Francisco de Quevedo. El ejemplar de mi padre, numerado, es el 27 de puede que 27 (puesto que 27 fueron los homenajeadores). No sé cuantos existirán a estas alturas. Está dedicado de puño y letra por José María a mi padre:
Con un fuerte abrazo y el recuerdo de nuestra “etapa de la montaña”.
No sé a qué etapa se refiere puesto que mi padre siempre fue Notario en “el llano”, aunque anduvo por la Terra Chá y probablemente hizo alguna incursión, vía sustitución, por la Montaña de Lugo, de ahí la referencia. Bajo la dedicatoria, la numeración del ejemplar que correspondió a mi padre.
Voy a reproducirlo casi entero aquí puesto que creo que como dije hace pocos días en el post “Discurso de un preparador a sus alumnos aprobados (promoción 1985)”, las palabras de José María “siguen teniendo gran valor para los que opositan, para los que acaban de empezar el ejercicio profesional, para los que estamos en el camino desde hace más o menos años y para los que están cerca de terminar de transitarlo” y eso que ya han pasado 51 años desde que las escribió. Con las palabras de Antonio Uribe pero sobre todo con las de José María Chico, hay que coger una cierta perspectiva y pensar que salieron de las bocas y plumas de sus autores cuando las cosas eran bien distintas a como lo son actualmente. De hecho en las palabras de José María (que practicaba a fondo la ironía) hay cosas que en 2017 podrían resultar difíciles de comprender (y hasta de compartir a estas alturas de la película). Así que hay tener en cuenta el contexto de petit comité, de amigos y colegas compartiendo mesa y mantel, en que se escucharon estas palabras y “la edad de las palabras” que hoy transcribo. Procuremos entonces nos descontextualizarlas y viajar hasta el año en que se escribieron, es decir, hasta 1966.
Me gustaría también mencionar que la amistad de Chico y mi padre se mantuvo hasta la muerte de José María que tuvo lugar en 1997, a la edad de 74 años. Durante años mi padre recibió las tan trabajadas felicitaciones navideñas de José María que incluían una foto (creo que normalmente suya) y un texto relacionado habitualmente con la actualidad política y enlazado con algún pasaje bíblico o evangélico. Creo que mi costumbre de enviar Christmas bastante menos elaborados me la inspiró el viejo preparador y amigo de mi padre, aunque los míos tienen un toque completamente distinto a los de Chico.
Todas las que había en casa están en mis manos desde que mi padre murió. Estoy seguro de que de darían también para escribir alguna cosa sobre ellas.
Recuerdo y homenaje a José María Chico Ortiz
Dedicados por Juan Florit García, José María Sánchez Ventura y Pascual, José Luis del Río Menor, Roberto Martínez Martínez, José Prieto García, Ramón Alonso Fernández, José Soto García-Camacho, Luis Maceda Méndez, Fidel Delgado Martínez, Antonio Ruiz-Clavijo Laencina, Eduardo García-Duarte Acha, José Luis Sánchez Torres, Francisco Riba Soto, Ángel Juárez Juárez, Andrés Sanz Tobes y Luis Planas Corsini (NOTARIOS), Emilio Panchuelo Arias, Antonio Herrero Valdés, Luciano Sánchez Reus (LETRADOS DE CONCENTRACIÓN), José Pérez Vega (INTERVENTOR DE EMPRESAS), Gilberto Pedreira Pérez (TÉCNICO MINISTERIO EDUCACIÓN), Ramón Salelles Mauri (SECRETARIO DE ADMINISTRACIÓN LOCAL), Catalino Ramírez Ramírez, Cayetano Utrera Ravassa, Fernando González Delso y Francisco García Viedma (REGISTRADORES DE LA PROPIEDAD).
Tras los nombres de todos, los años 1958 y 1965 y entre ellos la frase:
“CONTIGO, COMPAÑERO Y CAMINANTE”
Inicia el acto uno de los presentes, no identificado en el librito…
“Estas páginas son un recuerdo y un homenaje….
Un recuerdo simbólico de toda una época importante en la vida de sus protagonistas. Casi diríamos mejor en la “pre-vida”, porque sólo metafóricamente cabe decir que existe “vida” en los largos meses gestatorios, oscuros, mareantes y sacrificados, de un opositor que aspira a conseguir su nacimiento al mundo de los “vivos”. Entiéndase este sustantivo en el sentido más lejano a cualquier ironía fácil.
Y son, sobre todo, estas páginas un homenaje.
El homenaje que unos pocos amigos, en representación de todos -y son legión- rendimos a José Mª Chico Ortiz. De José Mª se deben contar muchas virtudes, pero él sólo nos aceptaría un elogio: el de titularle “amigo de sus amigos”. José Mari lo sabe ser con el ancho espíritu de su estupenda generosidad.
Registrador de la Propiedad, y fecundo “facedor” de tratados muy serios, muy importantes y -¡rara avis!- no difíciles de aprender, José Mari es, ante todo, un dilapidador de talentos heroicos e inhabituales. Su prodigalidad -demostrable sin juicio contradictorio- le ha llevado al extremo asombroso de dar a los demás cuanto su esfuerzo acumuló a través de muchos años de estudio y de sacrificio. Su ciencia y su experiencia las entregó sin reservas a cuantos amigos solicitaron su guía. Y él nos hizo Notarios y Registradores y Letrados de Concentración Parcelaria, no sintiéndose avaro sino de lo que nunca podrá desprenderse: su modestia y su sentido inefable de la amistad.
Y basta de prólogos. Como recuerdo de los muchos años que dedicó a preparar opositores, todo queda dicho, adivinado o esbozado en el discurso que José Mari nos leyó en una cena homenaje que unos pocos opositores triunfantes le ofrecimos en la noche del 20 de Enero. Celebrábamos el triunfo de siete nuevos Notarios, discípulos de José Mari, y también- ¿por qué no?- el entierro de aquel Programa que durante 20 años, junto al inmenso campo de tantas decepciones y resentimientos, sembró el hispano solar de varios centenares de afortunados que consiguieron la blanca mano de la FE PUBLICA, no sin antes rendir su tributo de favoritos con la dura moneda de úlceras, desequilibrios, neurosis y demás heridas propias de lucha tan desigual.
En el discurso de José Mari, motivo y contenido de estas páginas, se encuentra su mejor semblanza. Ahí está su humor tierno, su sensibilidad para el diálogo, la cordialidad y la sutil perspicacia. También está su gran corazón, hoy herido por el esfuerzo de tanta entrega; pero tan limpio y tan abierto como siempre.
Si la verdadera amistad es flor difícil, José Mari nos ofrece el ejemplo de la suya; si la gratitud es también fruto extraño, aquí estamos nosotros para pagarle con nuestra amistad tan sabias lecciones”.
Madrid. Enero 1966.
Cuartilla leídas por José Mª en la cena-homenaje que le ofrecieron sus siete alumnos triunfadores en las Oposiciones a Notarías del año 1966
COMIENZO en primera persona: en mi vida he tenido varias ocasiones de hablar en público o para el público -no tantas como Lola Flores– y la mayoría de ellas las he aprovechado extraordinariamente, callándome. Unas por no saber qué decir y otras por tener que decir demasiadas cosas… La obligatoriedad de los primeros ejercicios de oposiciones me impuso la oralidad y todos vosotros sabéis los resultados negativos que con esta forma de expresión logré.
Ahora también debería haberme callado, pero os confieso que no he podido vencer la tentación y, aunque solo fuera para felicitaros y despedirme, quedaría justificadísima esta osadía y este desenfado. Además, prescindiendo del viejo estilo del orador profesional que se escucha a sí mismo y se envanece con sus palabras, yo cometo con vosotros otra incorrección casi imperdonable; en vez de hablaros os escribo, en vez de oírme, me leo….
Seguimos en primera persona; yo quise ser Notario, no por la gracia de Dios, ni por Real Decreto (cosas ambas al alcance de muy pocos), sino por oposiciones y bien ganadas…, pero me tuve que conformar con hacer Notarios y ser, gracias a Dios, funcionario público encargado de eso que, nuestro primer “pelmazo hipotecarista”, llama registración…
¿Sabéis lo que es un Notario? Veréis. Nos lo dice Gregorio Altube, ese poeta del Notariado español, en su “Sentido reverencial y valor literario del Notariado”:
“Los Notarios somos juristas de cabecera, tenemos que atender al trance, tenemos que saber vendar con el derecho y estar dispuestos al remedio heroico, sabiéndonos protegidos por el pedestal de nuestra propia historia. Como el Alcalde de Londres, somos en lo jurídico, algo nuclear y circundante; algo anacrónico y decorativo que sigue prestando servicio de urgencia y servicio a domicilio. Como el arpa, somos ya en la Biblia; como la de la mejor nobleza, la cuna de la nuestra está en los pueblos; y no olvidemos en nuestro mejor abolengo a ese clásico Notario enlutado, catarroso, tresillista y refranero, que sabe consolar, en la alcoba modesta del labrador que se acaba, con la palmada taumatúrgica de un viejo médico”.
Mi deseo de ser Notario se basaba en una serie de puntos de apoyo aparentemente serios y comúnmente admitidos, tales como la luminosa idea del servicio público, el mitológico sentido vocacional y el sugestivo atractivo de figuras triunfantes que con rapidez meteórica estaban pisando asfalto desde que se quitaron las botas de guerrear y se pusieron las botas notariales. También es preciso añadir y, por ello hay que decirlo, pesaba sobre mí la vieja institución de la patria potestad, su decisión y su mandato, que con ardiente fe apostólica me ordenó: haz oposiciones, es tu solución.
La fina mentalidad ibera agudizó su ingenio al tratar de buscar un método selectivo. A diferencia de los griegos que descubrieron la roca Tarpeya y por allí “mantenían limpia Grecia“…… o de los alemanes, más técnicos y preparados….. Aquí somos mucho mas finos: nuestro método selectivo son las oposiciones…
…
Que conste que también me guió -para intentar ser Notario- esa frase casi sacramental que leí en un libro orientador de carreras: los señores Notarios y los señores Registradores cobran por Arancel. Era impresionante que el sistema de remuneración se apartase del sueldo, de la paga, de la propina, del aguinaldo, del honorario en especie, etc…
Todo esto era ver desde la barrera los toros. Era como contemplar el Notariado con unos prismáticos vueltos del revés: era una visión lejana de una realidad vivida en el cuarto de estudio, en el cenotafio, en la celda de castigo, en el laboratorio de ilusiones, en ese mundo incomprendido del silencio, donde los puños se crispan ante las derrotas y donde las horas van pasando burlonamente, saludándonos en nuestra porfía con los temas.
Hace tiempo leí un magnifico artículo -creo que de Moxó Ruano– que se titulaba “Grandeza y servidumbre del Notariado”. Pues bien, lo que yo me estaba imaginando en mí celda de castigo era la Grandeza del Notariado. Ignoraba la servidumbre. Más claro, estaba en lo urbano, sin pensar en lo rústico, ni llegar a su diferenciación con nuestro ya compañero Roca. Estaba, como diría Luis Infante, asfaltando el campo….
Mi tardío triunfo, pero bien merecido, claro está, en el campo registral, invirtió la posición de los prismáticos y me hizo palpar la realidad: “yo a los palacios subí y a las cabañas bajé”. Hemos metido el arado en el asfalto y los surcos que adornan y rizan nuestra dura geografía española están aquí al lado. Estamos tocando la servidumbre:
-No todos los Notarios lo son de Madrid, Barcelona o capitales de provincia. Los hay, no lo olvidéis, de los pueblos. Los más, son de los pueblos. España -mis buenos amigos- está compuesta de pueblos y de Madrid, Barcelona y Murcia, que todo hay que decirlo…
…
-En España debían prohibir hablar de vocación. Sacrificio, sí; vocación, no. Ni cuando apruebas sabes la barbaridad que has cometido o que han cometido contigo, ni cuando te meten en un seminario sabes de lo que se trata…, aunque luego ambas cosas den un buen resultado. Quizá podríamos hablar de vocaciones tardías y vocaciones “de tres días”
….
Los Bergamos y los Palominos, los Vallets y Gómez Acebos, los Ballarín y Cabanillas, los Pastores y los Núñez Lagos… son el cebo. Nos limitamos a picar. Ellos son la luz y nosotros las mariposas…..
-…Nuestra profesión es de señores, no lo olvidéis, y como señores debemos comportarnos. Aunque aún queden, como antes os decía, compañeros que …. desprestigian el cargo...
Bien. Estamos llegando al final. A pesar de todo, compensa ser Notario y Registrador, más lo segundo que lo primero, pero sobre gustos no hay nada escrito.
…
Nuestras armas son el estudio y la especialidad. Llevamos, como los apóstoles, la verdad y el consejo. “En el rango nos precede lo sacerdotal; pero en el tiempo, lo notarial es lo primero”.
¿En sepulcro de Escribano
una estatua de la fe?
No la pusieron en vano:
Afirma lo que no ve….,
decía D. Francisco.
Cogidos de mi mano -inicialmente fuerte, sustituida luego por la del buen Luis; la inteligente de Fidel y la última mía de convaleciente- habéis llegado al triunfo. No sois triunfo, estáis en el triunfo. Sois parte y yo empiezo a sentirme tercero en los futuros triunfos de vuestros posibles compañeros. Mi corazón cansado de emociones se jubila. Vosotros sois mis últimos triunfos: los cuatro ases y los tres comodines. El órdago del póker.
Y como la cosa puede degenerar en ternezas, es preciso cortar. Yo os he traído hasta el triunfo, pero se me olvidó enseñaros eso que mi suegro llama con lenguaje marrón, “evacuar en la huerta”. Eso debe ser fácil de aprender y delicioso de practicar en esas delicadas mañanas de mayo y abril, en plena primavera de protocolos.
“Testamento de Don Quijote”, Francisco de Quevedo
Tendido sobre un pavés,
cubierto con su rodela,
sacando, como turtuga,
de entre conchas la cabeza,
con voz roída y chillando
viendo al escribano cerca,
así, por falta de dientes,
habló con él entre muelas:
-Escribid buen caballero,
que Dios en Quietud mantenga,
el testamento que hago,
por voluntad postrimera.
Y en lo de “entero juicio”
que ponéis a usanza vuestra
basta poner decentado,
cuando entero no lo tenga.
Mando que en lugar de misas,
justas batallas y guerras
me digan, pues saben todos
que son mis misas aquestas.
Hasta otra. Un abrazo. Justito El Notario. @justitonotario
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