Asà me lo ha dicho esta misma mañana una opositora que acaba de encajar un nuevo suspenso: “Suspender es cada vez más duro y cada vez peor”.
Además le parecÃa que ya no tenÃa excusas, que podrÃa ser que esto no fuera lo suyo y que no sabÃa qué más pruebas y señales necesitaba para tomar la decisión de dejarlo.
Sin embargo, a la espera de que le surgiera un plan B, habÃa decidido seguir estudiando lo que para mà es una clara demostración de que aún le quedan fuerzas y de que es capaz de abordar un, por ahora, lejano nuevo intento.
¿Es cada vez más duro?
Pues en mi caso, el suspenso con efectos más demoledores a largo plazo fue el primero (que fue en el segundo ejercicio) aunque no lo fuera en el momento en que llegó sino meses más tarde. El segundo (que fue en el dictamen) me generó una tristeza inmensa solo superada (si hablamos del instante en que se produjo) por la que me causó la muerte de mi padre. Sin embargo de la tristeza de este suspenso salà bastante rápido y me puse a estudiar de nuevo sin demasiados problemas, aunque la quÃmica asomaba ya a la vuelta de la esquina.
Mi tercer suspenso (de nuevo en el dictamen) fue el más fácilmente digerible. Mi más que probable reserva de nota en los dos ejercicios orales (la del primero ya era completamente segura mientras que de la segunda faltaban los cálculos oficiales) me hacÃa afrontar la eventualidad de un nuevo suspenso en el dictamen con cierto ánimo. Pensaba yo que el camino restante ya era pan comido (y en cierto sentido lo fue porque el aprendizaje que me quedaba por realizar era completamente distinto al de los temas y los cimientos para dictaminar bien estaban prácticamente montados en mi cabeza). Asà que cuando el suspenso llegó de nuevo, lo encajé razonablemente bien y puse toda la carne en el asador para afrontar el que tenÃa claro que iba a ser mi último intento.
¿Suspender es cada vez peor?
Al margen del momento concreto del suspenso y de su asimilación, yo dirÃa que sÃ: cada vez es peor. El camino recorrido se ha hecho ya muy largo y no puede volverse atrás, ni hay atajos, solo queda seguir hacia adelante o abandonar el camino para coger otro distinto y eso, por si hay alguien que no lo tiene claro, es una durÃsima decisión que yo, de hecho, no fui capaz de tomar nunca. El miedo a dejarlo es inmenso.
Excusas, pruebas y señales para no dejarlo
Pues mira amiga, yo me puse mil excusas para continuar y no dejarlo, aunque hubiera pruebas evidentes de que estaba acabado como opositor y de que no lo conseguirÃa nunca. Mi cuerpo y mi mente me mandaron mil señales para que lo dejara y no les hice caso y, sin embargo, aquà estoy. No obstante, hay que analizar bien las causas de los suspensos porque cuando dejan de estar justificados, nuestras posibilidades merman y se hacen más remotas. ¿Quién nos va a decir que a la próxima no vamos a tener otra vez un mal dÃa? Mis suspensos tuvieron siempre una explicación razonable que justificaba un nuevo intento, pero si no existe esa explicación, si vamos a volver a tener un mal dÃa, si vamos a incurrir de nuevo en el miedo escénico, si vamos a volver a ir demasiado justos, si otra vez llevamos descompensados los ejercicios, si no brillamos en el dictamen ni hemos practicado a fondo con él, quizá estemos dejando demasiadas cosas a un cierto azar o la imperiosa necesidad de tener suerte (y no solamente ausencia de mala suerte), es decir, a cosas que cuando uno ya lleva tanto tiempo estudiando las puede estar pagando demasiado caras.
Te lo dice uno que estuvo tres años deshojando la margarita del desequilibrio psÃquico y que, un dÃa sà y otro también, no daba pie con bola para estudiar, aunque cuando por fin pude hacerlo, no tuve problemas para aprobar varios orales más (cuatro) y para despertar la aceptablemente buena mente jurÃdica que habÃa en mi interior y que hasta entonces nadie habÃa conseguido desantolondrar.
A fin de cuentas, y para terminar, lo que yo creo que ocurre es que cada vez se hace más duro y peor, no ya suspender, sino seguir intentando aprobar.
Una vez más, al que quiera conocer mi historia y saber como salà de aquel atolladero, tengo que recomendarle mi libro “Nada antes que opositar (Nihil prius oppositio)”. Aquà se compra y si alguien lo quiere dedicado que me escriba a justitonotario@hotmail.com. Garantizo que la historia cronológica es mucho mejor que la contada a saltos en el blog y que no hay quién haya contado su oposición a notarÃas como la he contado yo. A fin de cuentas fui un experto en suspender …
Hasta otra. Un abrazo. Justito El Notario. Â @justitonotario
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