Sí amigos, hoy se cumplen treinta y un años años y me da horror pensarlo porque han pasado muy rápido, tanto los años malos, que fueron casi once, como los buenos que ya son veinte. El horror en cualquier caso es relativo porque lo importante es poderlo contar, lo malo sería no poder hacerlo. El tiempo pasa rápido y ya hemos celebrado el XXº desde el aprobado.
Mis recuerdos de la oposición
I.- Hacia la mitad de la oposición desarrollé una manía agotadora: volver a empezar a cantar los temas, cuando me atascaba o pronunciaba mal una palabra o no me gustaba como había dicho algo. A mi mujer que me los tomó decenas de veces, la desesperaba, así que cuando veía que me iba a atascar me decía “sigue, sigue, sigue, no te pares”. Eso mismo me lo decía cuando me quería parar porque pensaba que no me sabía el tema. Después de todo fue un extraordinario entrenamiento para evitar levantarme de la silla aquel día de “está aguantando, está aguantando” que os contaba en este otro post. Con los artículos largos y especialmente con los del Código Civil sobre la adopción me atascaba muchísimo. Recuerdo un día en que repetí el Artículo 173 del Código Civil hasta quedar completamente agotado y desquiciado.
II.- Los temas de Derecho Foral me llevaron siempre bastante loco, hasta el punto de que cuando mi orden de estudio de los temas, tras años de oposición, llego a ser completamente anárquico y no hacía casi caso a MAC, mi preparador, acumulaba todos los Forales al final de cada vuelta. Pretendía llevarlos más frescos, aunque la realidad es que los atrasaba porque se me atragantaban y me costaba mucho estudiarlos y repasarlos. En una de las convocatorias a las que me presenté me salió el Tema 122 (no sé con cual se correspondería actualmente) que incluía las “Especialidades forales en materia de legados y donaciones mortis causa”. Con este y otros 3 temas más conseguí la doble reserva que me salvó de volverme a examinar de los dos primeros ejercicios en la siguiente convocatoria. Si en el primer ejercicio el Foral podía conmigo, en el segundo ejercicio los que se me atragantaron fueron los temas relativos a la letra de cambio. Pero pesar de mi odio al Foral, a los temas de la letra, al de la adopción, al del título preliminar del Código Civil, y en general a los de los artículos largos, mi problema para aprobar la oposición no fueron los temas (hice tres primeros y tres segundos y aprobé cinco ejercicios orales). Mi problema fue el puñetero dictamen. El primer día que canté un tema (el Tema 2 de Civil creo que fue) mi preparador ya me dijo “¿habías cantado alguna vez?”, “pues muy bien para ser la primera vez”.
III.- Mi tema favorito fue sin duda el Tema 49 de Civil, el de las servidumbres legales. Dos veces lo saqué en un primer ejercicio. Es un tema cargadito de artículos del Código Civil que me salió bien la primera vez que me enfrenté a él delante de un tribunal y mejor aún cuando repetí con él en otra convocatoria. Mira que es difícil, pero también suceden estas cosas en las oposiciones. Seguro que siempre habrá alguien que diga “¡qué suerte¡”, como si aguantar en la cabeza los 50 artículos que (aproximadamente) incluye durante varios meses y hasta durante años fuera tan sencillo.
IV.- Para mi tercera convocatoria, sufrí un cambio de programa. Empecé con el de 1988 y pasé por el de 1996. Cuando aprobé, ya había un tercero, el de 2000 que se utilizó en las oposiciones convocadas desde el 1 de enero de 2002 y es el penúltimo vigente. Una oposición larga no suele librarse de un cambio de programa. Con mala suerte, no se libra de dos cambios de programa. El cambio de programa es absolutamente traumático para los opositores.
V.- Ya desde mi primera convocatoria empecé a dormir con tapones en los oídos. En principio, los utilizaba en la siesta, pues había más ajetreo en casa, pero luego empecé a utilizarlos también por la noche. Solo me ponía el de la oreja que tenía boca arriba. El otro oído me lo tapaba cuando me daba la vuelta y así durante toda la noche mientras que no estuviera profundamente dormido. Esta curiosa habilidad también la desarrolló mi hermana (que también opositaba y aprobó notarías) y ambos seguimos compartiéndola actualmente.
VI.- En mi devenir semanal había dos momentos generalmente felices. Uno era después de cantar los temas, salvo que no hubiera tenido una buena semana o un buen cante. Me relajaba tanto que hasta un extraño hormigueo me sacudía las mandíbulas. Liberación de la tensión acumulada, tal vez. Me sigue pasando cuando me desestreso, pero de tanto en cuando. El otro momento tenía lugar los sábados al medio día, cuando me tomaba la primera cerveza del fin de semana. Lo hacía mientras guardaba los temas en sus carpetas. Hasta llegué a inventarme un bailecillo y una canción. Se llamaba “Weekend, weekend”. Seguro que muchos pensarán “¿descansabas un día y medio?”. Sí, así era. Descansar solo los domingos me amargaba profundamente, así que los sábados procuraba madrugar más de lo habitual y apurar bien la mañana hasta la hora de comer, para luego quedar liberado.
VII.- Me gustaban mucho esos sábados por la mañana, cuando me iba al piso donde estudiaba y la ciudad era distinta. Menos gente, menos tráfico. Me cruzaba personas diferentes a las del resto de la semana. Con algunos de los que me crucé durante tantos días de tantos años, llegué hasta a saludarme. Incluso a alguno lo he conocido años después y hemos recordado que sólo nos conocíamos, aunque nos saludáramos, de cruzarnos por la calle.
VIII.- De vacaciones no anduve mal los primeros años. Con el paso del tiempo, las vacaciones eran periodos de pocos días entre aprobado y suspenso, entre aprobado y aprobado, entre una convocatoria y la siguiente. Llegué a tener jornadas maratonianas de 14 horas estudiando, llegué a no cambiar la hora de mi reloj cuando pasábamos del horario de invierno al de verano o viceversa para no alterar mis biorritmos. Recuerdo una mañana de cambio de hora, todavía de noche cerrada, que llegué a mi quiosco habitual. El quiosquero me dijo, “te has equivocado de hora, como yo, ¿no?” “no, yo no me he equivocado, sé que ha cambiado la hora y que es una hora más temprano”, le respondí. Aquel día supo el quiosquero a qué se dedicaba aquel extraño joven que le compraba el periódico y tabaco todos los días. La vuelta de las vacaciones, ya fueran largas o cortas, fue siempre un suplicio para mí. Si ya me pasaba en el colegio, ¡no me iba a pasar en este trance de mi vida¡ ¡Si me sigue pasando actualmente¡ Tal vez este año ha sido diferente. Nada de propósitos, ni buenos, ni malos, mi propósito ha sido no tener propósitos. Me los sé de memoria, solo tengo que aplicarlos. Ojalá hubiera podido pensar de igual modo en la oposición. Entonces mi preparador me decía frases como aquel “Justito, los árboles no te dejan ver el bosque”.
IX.- Creo que merece epígrafe independiente otra anécdota relacionada con el ahorro de tiempo. En el 95 o 96, me bailan las fechas, me tenía que examinar en Madrid y para no perder una buena parte del día sin estudiar, decidí viajar en tren, pero en tren expreso que era el que hacía el trayecto por la noche. Así que tras aprovechar todo el día estudiando, casi a medianoche, me fui a la estación de tren y me acomodé en mi coche cama para pasar la noche, con la idea de llegar fresco a Madrid, desplazarme hasta el hotel y ponerme a estudiar de inmediato en la habitación. No conté con los continuas paradas que estos trenes correo suelen hacer en su recorrido, ni con el traqueteo ni con los frecuentes silbidos. Resultado: que al llegar al hotel me tuve que poner a dormir unas horas, aunque creo que no perdí tanto tiempo como lo hubiera perdido haciendo el viaje de día.
X.- En el piso en el que estudiaba recibía con relativa frecuencia las visitas de mis amigos. Siempre me venía fatal y me alteraban todos los planes, pero esas visitas, la radio y el tabaco eran las únicas distracciones en un mundo sin teléfonos móviles, tabletas o portátiles, aunque la mirilla de la puerta y el ajetreo de la consulta médica al lado me tenían entretenido y convertido en un auténtico opositor voyeur. Fui como un James Stewart en “La venta indiscreta” pero con mirilla en vez de cámara. Bueno, mirilla y prismáticos que también los tenía para entretenerme cuando miraba por las ventanas. También el piso nos sirvió para echar buenas partiditas de cartas y tomar unas cuantas cervezas. Me daba apuro que mis amigos leyeran, cuando me visitaban, mis eslóganes escritos en folios reciclados y pegados con celo a las paredes: ESTA NO ES TU OPOSICIÓN PERO PODRÍA SERLO. LOS TEMAS TE LOS SABES. NO TE PONGAS MÁS PRESIÓN DE LA QUE YA TIENES.
XI.- Mis temas siguen teniendo sitio en mi despacho. Ya me voy perdiendo entre los números, pero aún saqué uno el otro día para consultar la cuestión del acrecimiento en la legítima. En una ocasión entraron a robar en mi piso de estudiante. Cuando me enteré salí corriendo hacia allí para comprobar que mis temas estaban en su sitio. Solo me robaron las gafas de ver, pero los temas estaban intactos. A fin de cuentas, ¿quién iba a quererlos?, tal vez ¿un secuestrador de temas? En otra ocasión debí (al haber cerrado de noche y sin luz en el descansillo de la escalera) dejar abierta la puerta de mi opozulo, con el consiguiente susto a mi regreso por la mañana y sin que mis temas sufrieran tampoco daño alguno. Por cierto, no conozco a ningún opositor que, cumpliendo la promesa que todos hacemos e incumplimos, haya quemado los temas tras haber aprobado la oposición. Yo, de hecho, quiero encuadernarlos como hizo mi padre con los suyos que ahora guardo, como oro en paño, en mi librería.
XII.- El surmenage. Cuando los exámenes están cerca, el opositor desarrolla un gran temor a ponerse enfermo. Unos días antes de mi primer examen en mi primera convocatoria, me encontré mal. Tenía unas décimas de fiebre. Inmediatamente fui al médico que me diagnosticó “surmenage” o “síndrome de Burnout”. Tomo prestada de la Wikipedia la definición de este síndrome: “El síndrome de Burnout es un padecimiento que a grandes rasgos consistiría en la presencia de una respuesta prolongada de estrés en el organismo ante los factores estresantes emocionales e interpersonales que se presentan en el trabajo, que incluye fatiga crónica, ineficacia y negación de lo ocurrido” El diagnóstico, que el Doctor Montoro, mi internista, clavó, me sentó de maravilla. ¡Surmenage¡ Menos mal que no era una inoportuna gripe a pocos días del examen. Desde entonces creo que viví la oposición afectado de manera permanente por ese síndrome.
XIII.- En periodos de tiempo tan largos como los que pueden abarcar unas oposiciones como estas, hay que tener una cierta suerte para no sufrir enfermedades propias o en la familia o no pasar por algún fallecimiento o por cualquier otra circunstancia de la vida que pueda afectar de forma importante al estudio o a los exámenes. En mi caso si se dio esa circunstancia que fue el divorcio de mis padres que se consumó a pocas semanas de ese mismo primer examen, el del surmenage. Hice lo que pude para aguantar ese pressing añadido y aprobé. Las circunstancias me dieron fuerzas, pero el agotamiento físico y mental fue importante.
XIV.- Otra manía: Asegurarme de haber puesto el despertador. Antes de apagar la luz y aún con ella apagada lo comprobaba unas cuantas veces. Sonaba a las 8:00 y remoloneaba hasta las 8:20. Luego me levantaba con los ánimos bajo mínimos. Conservo todavía esta manía aunque muy disminuida gracias al teléfono móvil que facilita la organización de las alarmas periódicas.
XV.- “El expreso de medianoche”. Coincidió el enésimo pase de esta película (una de mis favoritas) en la tele con mi primera histeria como opositor. Mi triste vida me daba derecho, o así lo consideraba yo, a elegir en casa la programación de la tele. Aquella noche no hubo quorum y me marché muy enfadado a casa de mi hermano mayor, ya casado, a ver la película. A la vuelta, aunque tal vez no fuera el mismo día, aporreé la pared de mi dormitorio porque mis hermanas, que estaban en el dormitorio contiguo, reían y no me dejaban dormir. Mis padres acabaron comprándome un aparato de televisión con vídeo incluido para evitar aquellos prontos míos.
XVI.- Allá por la primavera de 2002 los que estábamos preparando el Dictamen, el tercer ejercicio de las oposiciones, en la Academia de Madrid, íbamos recibiendo la visita de amigos o conocidos opositores que se examinaban y que aprobaban o suspendían. Dependiendo del grado de amistad y, por supuesto, si se aprobaba, había algo de fiestecilla. Hubo una noche memorable creo recordar (perdón si me olvido de alguno o sitúo allí a quien no estaba) que con Miguel Delgado (que era el que había aprobado), José Luis Navarro, Sergio García-Rosado y Victoria Pámpano, en un karaoke de la Calle Huertas, en el que acabamos cantando y ya que estábamos solos en el establecimiento, cambiando las letras de las canciones. Estuve inspirado aquella noche en la que, entre cervezas y chupitos, me salió esta versión Dictamen de “Me colé en una fiesta” de Mecano que titulamos “Me colé en el Dictamen” y que fue la siguiente: “El segundo aprobé y en el dictamen me planté, donaciones para todos, lo pasaré bien. Yo me preguntaaaaba ¿quiéeeeeeeen colaciooooonará la donación?”. No recuerdo como seguía. Han pasado ya 15 años, pero estoy seguro de que la tengo escrita por algún sitio.
XVII.- Al hilo del anterior recuerdo me viene a la cabeza otra historia. La preocupación por un eventual Dictamen sobre colación como el que hubo para uno de los dos Tribunales en Sevilla en la convocatoria 96-97. Volvíamos locos a Alfonso Ventoso Escribano, que accedió a hacernos un “Especial COLACIÓN”. Era un dictamen muy sencillo en base al supuesto de las oposiciones de Valladolid de 1954. Junto al supuesto de hecho, un poco de cachondeito para animar el asunto como podéis ver en la foto de la galería.
XVIII.- Hay que ver que apocado está uno mientas que oposita. Mis queridos José Luis y Sergio y yo, cuando vivíamos en el León XIII, sufríamos considerablemente cuando nos tocaba llamar a alguno de los preparadores para citarnos con ellos e ir a sus notarías (otros nos recibían en la Academia) a corregir los dictámenes. Acabamos recurriendo al palito más corto para decidir quién llamaba y nos despelotábamos de risa del que le había tocado llamar, que nos echaba de su cuarto mientras hacía las llamadas.
XIX.- Entrando por primera vez en mi blog en cuestiones escatológicas, recuerdo que con un preparador, cuyo nombre por razones obvias no puedo citar, con el que preparé Dictamen en Madrid tuvo lugar uno de los peores (o mejores, según se mire) momentos de mi vida de opositor. Estando en su notaría corrigiendo un Dictamen, escuchamos (procedente de su asiento) un ruidito que pudo ser (o al menos lo parecía) un pedo pequeñito. Desde entonces nos referimos a aquel preparador como Peito López. Imagináos ese momento para los ocho opositores que estábamos allí, casi todos buenos amigos. Fue amargo el conseguir, a duras penas, aguantar la risa.
XX.- A la vuelta de la corrección de algún Dictamen en aquellos meses de Madrid, especialmente si nos habíamos pasado por la Calle Huertas, con nuestros Códigos a cuestas predicábamos en el Metro que nos llevaba de regreso a la Residencia el “Apocalipsis mercantil” que fue el nacimiento de mi famoso “pobres gentes”. Se trataba de enunciar los artículos del Código de Comercio en plan apocalíptico comenzando la lectura con voz profunda (aunque achispada, claro está) siempre con aquel “pobres gentes”. Sería algo así como… “Y sabed “pobres gentes” que son comerciantes para los efectoooos de este Códigooooo: 1.º Los que, teniendo capacidad legal para ejercer el comerciooooo, se dedican a él habitualmenteeee. 2.º Las compañías mercantiles o industrialeeeeees que se constituyereeeeen con arreglo a este Cóooodigo. No sé si a alguien más le haría gracia y supongo que nos verían como inofensivos estudiantes, pero nosotros nos reíamos a más no poder.
XXI.= Una frase que me ponía de especial mala leche, probablemente la que más entre tantas tonterías que dicen los que no saben de oposiciones (para todo existe el cuñadismo), era la de “¿porqué te pones nervioso si te faltan tres meses para el examen?”. Por supuesto no fue la única frase inoportuna que tuve que escuchar a lo largo de 11 años de oposición. También estaban los que te decían “pero ¿porqué no puedes estudiar?”, los del “con el tiempo que llevas estudiando te lo sabrás ya todo”, y las de algunos preparadores, que en su ánimo corrector traspasaban el umbral de lo asumible por el opositor, que iban desde el “¿veis?, esto es lo que no hay que hacer”, ridiculizando en público la lectura de tu dictamen, hasta el “¡cómo sigas así suspenderás por tercera vez el Dictamen¡”, también en público durante una lectura, pasando por el “¿tú eres disléxico?”o el “te pareces a Mortadelo“ (nombre supuesto porque el real era mucho peor), estas últimas al menos en privado. A 15 años vista del final de la oposición, aún hay cosas que te remueven el interior cuando las piensas. A pesar de la liberación que este blog mío ha supuesto en este y en otros temas, tengo una cierta reserva en comentar algunas de ellas, así que dejaremos las cosas en este punto, no sin antes decir que las impertinencias que sufre un opositor dan para mucho más que este pequeño retazo.
XXII.- Una cosa singular que yo hacía y que no creo que mucha gente haga, consistía en colorear los días con rotuladores en un calendario de pared. Utilizaba distintos colores y cada día podía tener un solo color o varios, de manera que la circunferencia que trazaba en torno al día tachado podía tener varias franjas como si fuera una especial carta de ajuste. Por supuesto que los mejores días eran los de color verde.
XXIII.= La parálisis del sueño. Recurro de nuevo a la Wikipedia para describir correctamente este trastorno. “La parálisis del sueño es una incapacidad transitoria para realizar cualquier tipo de movimiento voluntario que tiene lugar durante el periodo de transición entre el estado de sueño y el de vigilia”. Gracias a Dios, y no suele invocarlo, solo me pasó dos veces, pero esta pesadilla de estar dormido y estar despierto sin poderte mover, sin poder gritar, como si estuvieras pegado a la cama, como si una mano invisible te apretara el pecho contra la cama, es algo completamente terrorífico.
XXIV.- Ya he contado que me casé antes de aprobar la oposición y después de que mi novia, hoy mujer, aprobara la suya como teníamos convenido. Lo que no he contado es que nuestra boda fue una boda al borde de un ataque de nervios. Y así lo dijo el cura en el sermón: “Ya sabéis que Justito tiene una costilla rota y que Doña Justa tiene una endodoncia recién hecha, así que cuidado con los besos y los abrazos”. Lo mío fue el resultado de una mala caída en la despedida de soltero (bueno en una de ellas porque hubo varias) y lo de mi mujer una vieja infección que afloró como consecuencia de los nervios de aquellos días. Mi hermano le dijo al cura (y a éste no le hizo ninguna gracia) que tal vez podríamos cambiar alguna lectura e incluir la de “la costilla de Adán“. En fin, nuestra noche de bodas (a pesar de seguir el extraño consejo de mi hermano de “cómprate el mejor colchón”) y la luna de miel fueron más propias de una pareja del Inserso que de unos jóvenes de 32 y 31 años, aunque el esfuerzo nos ha finalmente recompensado y ahora nos reímos cuando recordamos aquellos momentos.
XXV.= Nos reíamos a menudo José Luis, Sergio y yo con las profesiones alternativas que tendríamos de no aprobar la oposición. José Luis, parece ser (porque nunca quedó claro) que hasta tuvo presentado su curriculum para ser operario en una fábrica de porcelanato en la provincia de Castellón, aunque nuestra profesión alternativa preferida era la de secuestrador de protocolos notariales. Curiosamente nunca pensamos en los libros del Registro, tal vez porque pesan mucho y ocupan más. No ahondaré más en la idea, no vaya a ser….Temíamos vernos haciéndonos caracolillos en el pelo o de cantantes en el Metro o recitando el Apocalipsis mercantil, pero no fue así, aprobamos los tres y dejamos atrás esta etapa de la vida que como las demás etapas pasadas ya no volverán más.
XXVI.= Recuerdo otra anécdota relacionada con José Luis y Sergio. Cuando estábamos en Madrid preparando el dictamen procurábamos movernos para conseguir hacer algunos con los preparadores que considerábamos mejores o que más nos gustaban o que más fama tenían. Un día se plantaron los dos en el despacho de un famoso preparador con la intención de llorarle un poco para que les aceptara en su grupo de opositores. Debió haber alguna confusión. Puede que estuviera esperando la visita de otro par de opositores, porque los recibió con los brazos abiertos y les acogió en su seno casi sin mediar palabra. Yo no les acompañé aquella mañana y me arrepentí de no haberlo hecho, aunque tal vez no hubiera sonado la flauta, si esperaba un dúo y le hubiera aparecido un trío de opositores.
XXVII.= Curriculum para ser gerente de gasolinera. Me dediqué una buena temporada hacia finales de los 90 cuando era casi incapaz de estudiar dos folios seguidos, a enviar algún que otro curriculum en contestación a anuncios de prensa. En aquella ocasión pedían un gerente de gasolinera. Redacté mi curriculum a mano en modo carta, como si le estuviera explicando mi historial a un amiguete. A boli, con buena letra, pero de una manera completamente usual. Me desahogué escribiéndolo y me lancé al buzón para enviarlo. Cuando mis dedos dejaron de tocar el sobre, ya me había arrepentido de haberlo enviado. Me entraron ganas de patear el buzón, pero no lo hice. Esperé la contestación y me contestaron. Cuatro líneas para despacharme. Lógico y normal. Curriculum desesperado de un opositor a notarías reciclado para gasolinero …
XXVIII.= Las cartas de mi mujer mientras opositaba eran geniales. Tengo una aquí y otra aquí. Casualmente me he encontrado hoy en un archivo de word en el ordenador de la notaría con esta otra: “Parece que me estoy animando al escribirte y se me está pasando el muermo de hace unos momentos, si sigo así creo que voy a coger las llaves del coche y me voy a pasar a por un amigo que me gusta mucho y hace un par de días que no le he visto y esto es mucho si tenemos en cuenta que las ganas de verle me están devorando. Le invitaré a unas copas. Ojala que terminemos haciendo manitas. No estoy segura de su dirección porque a veces le he llevado a un sitio y a veces me hace dirigirme a otro, todo depende de la hora. Si es por la noche, le dejo junto a una tienda muy moderna de la Gran Vía, pero si como con él, me hace que le lleve junto al Teatro. Dice que va a estudiar, lo cual no me lo creo porque suelen ser las 15:45 de la tarde y eso no se lo cree ni el más tonto. Creo que tiene novia y que no me quiere decir la verdad, no creo que yo le guste mucho, aunque siempre me invita a comer. Dice que cuando gane pasta le gustaría comprarse un “Jaguar”. Me parece que deberá esperar una “miaja”. M. Postdata: Aún no me he comprado el Jaguar y mi coche está cerca de los 450.000 kilómetros (ya he llegado a los 500.000).
XXIX.= Es imborrable para mi el recuerdo de un amigo que allá por el verano de 1991 se interesó por lo que tenía intención de hacer una vez terminada mi carrera de Derecho. “Notarías”, – le dije. Su respuesta fue: “Tú, ¿notarías?”. Le faltó reírse señalándome con el dedo como Nelsón Muntz, el chaval malote de la clase de Burt Simpson. La verdad es que su extrañeza me extrañó pues yo siempre había querido ser Notario (bueno, salvo una temporada que quise ser Alcaide). Después de todo, su duda no debió de extrañarme tanto pues casi no lo consigo… No diré como me dijo Alfonso Ventoso en la entrevista que le hice, “que no es para tanto”, porque para mí sí que lo es, pero lo cierto es que siempre he tenido la visión de que (como en toda oposición), lo primero es acostumbrarse al estilo de vida, lo segundo ver cómo te van saliendo los temas y qué ritmo llevas y lo tercero es tener paciencia y estudiar mucho. Si lo primero y lo segundo van bien, puedes olvidar aquello de “tú, ¿notarías?” y responderte: “¿y por qué no? o .. ¡claro que sí!
XXX.= Recomendaré a todo el que quiera conocer mi historia de principio a fin, cronológicamente contada, que se haga con un ejemplar de “Nada antes que opositar (Nihil prius oppositio)”. Si alguien lo quiere dedicado, solo tiene que pedírmelo a justitonotario@hotmail.com y le explicaré cómo pagar y cómo le haré el envío en pocos días.
XXXI.= Comentaba hace poco una recién aprobada que podía servir de aliento para opositores como le sirvió a ella aquello de Santa Teresa de Jesús:
“Nada te turbe, nada te espante;
todo se pasa, Dios no se muda;
la paciencia todo lo alcanza.
Quien a Dios tiene nada le falta.
Sólo Dios basta.”
A mí también me sirvió mi rezo a la Madre Maravillas de Jesús. ¡Cómo me fastidia haber perdido aquella estampita plastificada con su imagen y una oración! Me aprendí aquella oración de memoria pero la he olvidado por completo. Dejé de ser religioso hace muchos años pero el rezo me consolaba cada mañana cuando me tenía que empezar a estudiar. Al margen de aquellos momentos de recogimiento, no tuve casi ningún otro. Solo rezaba cuando no me podía dormir pero casi nunca llegaba a terminar ninguna de mis oraciones y no porque me durmiera sino porque me asaltaban pensamientos diversos y en vez de rezar se me iba la cabeza a cualquier otra cosa.
XXXII.= Y aun hay mas recuerdos para los años sucesivos: Las postales de mi novia. Mis otros opozulos: La casa de mis cuñados en Valencia. La casa de un amigo en Madrid. La residencia León XIII. Mi casa de casado. Nge y El Puertas. Estudiando hasta en la playa y flotando en la piscina. Yo tuve un Wilson como el de Náufrago. No fue necesario marcarlo a sangre o fuego, pero me acompañó muchas horas de estudio y lo guardo con mucho cariño. Como me dijo este amigo: “Pensándolo bien, los opositores y los náufragos tenéis muchos puntos en común”. Escuchando exámenes (el segundo ejercicio de mi hermana). Estaba yo predestinado a hacer lo que hago y por eso he guardado tantos papeles como las notas que tomé mientras que mi hermana se examinaba. Mi madre, en secreto, hablaba con mi preparador.
XXXIII.= Quizá sea un poco fuerte contarlo pero algunos motes teníamos para los preparadores como Peito Rivas, Pat Lorita o Tony The French. Nos reíamos mucho con aquellas tontadas.
Ánimo y suerte a todos.
Hasta otra. Un abrazo. Justito El Notario. @justitonotario
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Buenas tardes, Justito.
No sé si alguien más te lo ha dicho, pero quiero que sepas que para mí eres un auténtico oasis en mi particular desierto.
Llevo casi 2 años y medio opositando para un Cuerpo de la AGE del subgrupo A1 y me encuentro en un estado casi permanente de pánico en relación a mi presente y, en especial, mi futuro.
Tengo 30 años, es decir, empecé tarde a opositar con respecto a la mayoría. Dicen los entendidos del mundillo opositoril que una de las peores cosas que podemos hacer es compararnos con compañeros nuestros. Irremediablemente lo hago de vez en cuando (creo que todos lo hemos hecho alguna vez) y empiezo a pensar que no seré capaz de aprobar la oposición, ni siquiera el 1er examen.
Cuando me entran ese tipo de dudas, acudo a tu blog porque me sirve de inspiración para superar mis límites y mis miedos.
Realmente creo que, con tiempo, trabajo y dedicación, puedo acabar sacándome la plaza, como todos los que opositan y resisten, pero cuesta sacar motivación y fuerzas, sobretodo cuando no ves resultados.
Simplemente darte las gracias por compartir tu experiencia y mostrarnos el largo ( y duro) camino que hiciste para ser NOTARIO (se dice pronto). Eres un gran ejemplo para personas como yo. No abandones este blog, por favor. Y no nos abandones ;-D
Un abrazo muy fuerte
Buenas tardes Álvaro:
No con esas palabras pero soy consciente de que mis vivencias ayudan a mucha gente. De hecho suelen decirme que no soy consciente de la cantidad de gente a la que ayudan. Puede que tu seas un ejemplo de ello.
Y te las agradezco mucho. Nunca hubiera pensado en opositar tantos años; nunca hubiera pensado en acabar contando mi historia y nunca hubiera pensando en que sirviera de algo hacerlo.
Creo que mi singularidad radica en que yo era opositor que durante mucho tiempo estuvo condenado al fracaso, pero remonté y lo conseguí. Fueron muchos años de lo esperado pero lo conseguí y aquí estoy 28 años después de empezar, 17 años después de terminar, dando por bueno todo lo pasado porque yo no sería quien soy sin todo lo que he pasado para llegar hasta este momento.
La verdad es que yo nunca me comparé. De hecho pienso que yo fui un “opositor de récords”. ¿Cuántos hemos aprobado cinco orales de notarías? ¿Cuántos hemos llegado a tres dictámenes? Pocos, estoy seguro. Una minoría en cualquier caso, pero primero me falló el coco que se empeñó en no dejarme estudiar y luego me topé con un muro infranqueable con el tercer ejercicio. Derribé ambos muros y lo conseguí.
Yo te animo a seguir y te agradezco un montón tus palabras.
Hasta me parece que con lo tuyo y con lo mío tenemos para un Opo-flash.
Escribeme cuando quieras.
Ánimo y un abrazo, Justito El Notario.
La verdad es que estoy dudando en opositar a judicaturas o notarias.¿ En la oposición a notarias los preparadores no cobran verdad?
Buenos días Jose: Por mi experiencia y conocimiento, le diría que puede que haya algún preparador de oposiciones a notarías que cobre, pero es muy muy muy excepcional. De hecho solo me han hablado de dos casos. Otra cosa es que para el mantenimiento de las Academias de Preparación de los Colegios Notariales, exista alguna cuota a abonar para el opositor. Saludos y gracias, Justito El Notario.
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Impresionante. De todos modos, entiendo que Notarías es un caso aparte dentro del mundo de las oposiciones, algo así como un 8000 en alpinismo. Pasaba por aquí, porque estos días me estoy planteando muy seriamente hacer una oposición del grupo A1 y 150 temas, pero tengo ya 34 años y, aunque a nivel económico-vital podría permitírmelo, tengo miedo a… ¿marchitarme? en el camino, aparte de todas las penurias e incertidumbres que relatas. En mi familia hay tradición de opositores exitosa en la misma línea que parece haber en la tuya (de otros 8000 jeje), pero ni es una oposición para juristas, ni estudié Derecho, por tanto no sé cuál es realmente mi capacidad. Un saludo, y enhorabuena por el blog
Hola Rodrigo:
Gracias.
Me gusta eso del alpinismo…es muy ilustrativo. Tengo en preparación un post que se titula 54.000 policías y 840 notarios. ¿Porqué tanta gente quiere ser policía y tan poca quiere ser Notario? Si (permíteme la ironía y de eso irá el post) es muy fácil, si todo el mundo parece que sabe hacer nuestro trabajo…
En fin, tengo otros posts en la sección Oposiciones que pueden ayudarte.
Empezar a opositar “mayor” puede tener pros y contras. Yo me probaría y si te adaptas, pues continuaría.
Gracias por la participación y el comentario. Saludos. Justito El Notario.
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Gracias por compartir tu experiencia. Me siento muy identificada en comprobar el despertador cada noche. Como opositora principiante que soy lo hago a diario. Un saludo.
Hola Claudia: Gracias por tu participación y por el comentario. Me alegra muchos seros útil a los opositores. Saludos. Justito El Notario.
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No he sido opositor, pero la gente se cree con Derecho a decirte de todo cuando lo eres, ese debe de ser un apartado muy duro de llevar.
Gracias por contar estas anécdotas tan humanas y divertidas, estoy seguro de que todos los notarios podrían contar cosas parecidas. El buen humor es un aliado imprescindible para no derrumbarse. Un abrazo fuerte
Estimado Rafael: Gracias por tus palabras en Facebook y aquí. Me animan a seguir contando estas cosas y hacerlo “a mí manera”. Gracias por la participación y el comentario. Saludos. Justito El Notario.
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Buenisimo, que me he reido, algunas cosas casi me retratan en aquella época pero en la carrera de Susana que es compi, no suso en pasarselo a opositoras jóvenes para animarles en su loco devenir
Estimado José María: ¡Gracias por la participación y el comentario¡. Algunas cosas son de las que te ríes con el paso de los años, porque en aquel momento no tenían ninguna gracia, pero así es la vida. Saludos, Justito El Notario.
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Me he visto!!!!!!
Yo siemore odie los forales pero tb las servidumbres y los arrendamientos rústicos, a los que por cierto debo el.aprobsdo
Iba a comentar otras coincidencias, pero, si me das la venía, creo que dedicaré un.post a ello
Un abrazo virtual que creo que en breve será real
Hola Susana: Sí¡ En unos días nos pondremos cara y voz¡ Genial. Me apetece muchísimo.
Por supuesto que te doy la venia y estaré encantado de que alguien más se desnude como opositor que fue.
Un abrazo. Justito El Notario.
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Hola, en algunas me veo retratado, como en los tapones o en la indigestión foral. En algunas otras no, por fortuna yo nunca tuve problemas para dormir ni necesidad de ingesta de ningún medicamento, y tampoco sufrí cambio de programa. Otra me ha hecho mucha gracia, la de “vuelta a empezar”. Te diré que, a día de hoy, en que escribo novelas por afición, suelo darles repasos “a la caza de erratas”. Pues bien, cuando veo una, me digo: “Si esto ya lo repasaste y esta se te pasó, es posible que en este repaso de ahora se te hayan pasado más, puede que incluso muchas, puede que incluso muchísimas”, y nada, vuelta a empezar desde el principio (o por lo menos el capítulo). Hasta que un día me dije: “esa lógica es diabólica, y no tienes tú ya edad para hacer las locuras mentales que hacías de opositor”. Así que ahora tiendo a refrenarme.
Dos “cosas mías” que a lo mejor te sorprenden.
Primera: A la vista de tus coloridos cuadernos, te diré que nunca he subrayado o coloreado al estudiar en toda mi vida. Incluso de niño, me decían mis padres que esos libritos de colorear que tanto gustan a los niños a mí no me atraían. Como estudiante nunca, ni en la EGB, he subrayado o coloreado, nunca he puesto en un libro marca alguna. En la carrera tampoco.
El Código Civil con el que preparé está muy manoseado, pero limpio por dentro. De hecho, una de las razones, aunque menor, que me llevó a hacerme mis propios temas fue que los que me dejaron estaban muy subrayados. Pero voy más allá; a día de hoy, cuando repaso las escrituras que están preparando los oficiales y veo que han usado la utilidad de Word de resaltado en el texto (por ejemplo, una gran franja amarillo chillón), a pesar de que reconozco la utilidad y me parece genial, no puedo evitar que algo rechine en mi cerebro. Y si veo la franja en firma (desde hace muchos años leo en pantalla e imprimo yo las escrituras), porque el oficial se le ha pasado quitarla, corro a quitarla yo rápidamente. “¿Esto por qué será?”, le pregunté una vez a mi hermana. “Porque el que es soso, es soso, y es soso”, fue su respuesta.
Segunda: Adivinación de la hora. Durante algunos años, en plena preparación, desarrollé una habilidad cuasi de fenómeno de feria que a día de hoy he perdido: adivinar la hora. Me decían en casa: “¿qué hora es?”, y yo decía: “las dos y cuarenta y cuatro minutos”. En mi casa corrían a ver el reloj que llevábamos con Radio Nacional de España, y era muy difícil que me hubiera equivocado en más de un minuto arriba o abajo, y daba igual que fuera mañana, tarde o noche.
Saludos.
Hola Juan Pedro:
Lo de equivocarte y volver a empezar fue algo verdaderamente obsesivo y hasta doloroso.
Bueno, yo tampoco subrayaba practicamente nada. Marcaba en los calendarios y señalaba el número de los artículos del Código Civil pero los temas no por un par de razones: eran buenos en general y había que empollar todo y ya me dieron muchos subrayados.
En cuanto a mi costumbre ahora, lo cierto es uso negritas en cierta cantidad, subrayado de epígrafes y cosas relevantes y cursiva para “testimoniar”. Los recuadros y los colorines resaltados no me gustan, quedan feos en el papel.
Lo de la hora es muy bueno¡
Un abrazo y como siempre, muchas gracias (tu intervención de ayer dejó callada a la concurrencia).
Justito El Notario.