Alcancé hace unos meses con mi coche, un Chrysler 300C Touring, los 384.400 kilómetros. Es la distancia que separa la Tierra de la Luna. Quise conmemorar el evento, pero se me pasó de largo. Esta tarde, dentro de unas doce horas cuando esté de regreso a casa, veré el kilómetro 400.000 en el cuentakilómetros de mi coche y ya habré afrontado un 4% de ese ficticio viaje de regreso desde la Luna. A diferencia del Apollo XIII, mi viejo Chrysler no correrá peligro de desintegrarse en la re-entrada a la tierra, puesto que doy por hecho que no alcanzaré con él los 800.000 kilómetros, aunque sà espero alcanzar los 500.000 kilómetros ya que me temo que me queda carretera para rato hasta cambiar de destino y no estoy dispuesto a cambiar de coche hasta que no me deje tirado en el asfalto. Hasta ahora en su debe solo una averÃa grave en la caja de cambios tras la que el coche no ha vuelto a ser exactamente el mismo, pero que quedó bien solventada por mi taller habitual.
400.000 kilómetros es la distancia que llevo recorrida en mi actual coche desde que lo tengo hace más de ocho años. Son unos 4.000 kilómetros al mes que representan asà como unas 500 horas anuales en el coche, que son veintiún dÃas al año (¡tres semanas al año metido en el coche¡).
Con razón conecto tan rápidamente con los transportistas y conductores profesionales con quienes gasto mi habitual broma, de que “yo, cuando me preguntan si practico algún deporte, digo que practico el automovilismo”. Convenimos los profesionales de la carretera y yo en que el coche es un comecocos total en el que poco se puede hacer: teléfono (cientos de horas de conversación especialmente con mi madre), radio, música, rezar, meditar, pensar, cantar, estudiar idiomas y …. comerse el coco y darle vueltas a mil cosas para llegar a sobredimensionarte, como dice mi querido amigo Alberto, que es uno de los pocos que me entiende porque también ha pasado miles de horas metido en un coche. De ese sobredimensionamiento era de lo que me debÃa hablar Ramón GarcÃa-Atance, que hizo muchos kilómetros antes de destinarse a Menorca, donde coincidimos hace más de una década. Ramón me decÃa aquello de que “la carretera pasa factura”. Camino de once años en mi destino actual, lo que representa otros 150.000 kilómetros más, si sumo los de este coche a los del anterior que jubilé con 250.000 kilómetros, llevo 550.000 kilómetros en no llega a once años ypuedo asegurar que sà que pasa factura y que por culpa de la carretera, principalmente, estoy deseando dejar este destino, aunque aún me mantenga en mis cabales.
Entre mis actividades automovilÃsticas gana el teléfono y ganarÃa aún más si la cobertura de Vodafone y Ancert fuera mejor, porque durante la mitad de mi viaje de doscientos veinte kilómetros diarios es absolutamente imposible hablar. ¡Desesperante¡
He recorrido el camino a mi notarÃa por todas las rutas posibles (hace poco descubrà una más pasando por Fenazar), desde la más larga a la más corta, he efectuado cientos de paradas técnicas, he hecho un montón de fotos, he descubierto tramos abandonados de carreteras secundarias y hasta me he encontrado con una Ruta 66 española. He atropellado animales, me he topado con un jabalÃ, he pinchado una rueda, me han puesto una sola multa (¡menudo récord y eso que no llevo avisa radares¡). He batido marcas personales corriendo y he ido también pisando huevos (que es lo que actualmente hago). Me he hecho amigo de los de las gasolineras que hasta me han encargado escrituras. He llenado el depósito de gasolina en vez de gasoil. He fumado y he dejado de fumar. Me he olvidado cosas en casa y en la notarÃa (aunque nunca regreso salvo por el móvil). Y he hecho montones de gestiones al teléfono, porque el coche es como mi segunda oficina. Por supuesto, he tenido, y esto es lo peor, unas cuantas situaciones de riesgo, pero ningún accidente, ni grande ni pequeño. Cruzo los dedos.
En mis viajes siempre me acompaña mi maletÃn bandolera donde llevo un kit de urgencia con algunos medicamentos, llaves de todo, incluso de repuesto del coche, toallitas normales y perfumadas, toilet paper, bolÃgrafo, papel, caramelos, pañuelos de papel y tela, chicles, un cronómetro, dinero, tarjetas, documentación, un boquitÃn de los buenos y no sé cuantas cosas más. No llego a llevar una muda, aunque a veces me he condecorado y he tenido otros imprevistos. Mi padre siempre me decÃa: “¡pero que llevas ahÃ, hijo mÃo¡”.
Cuando vivÃa en Menorca dejé de tomar café. VivÃa a un paso de la notarÃa y me pasé a las hierbas. Cuando empecé a conducir a lo bestia, tuve que recuperar el café, porque pasaba mucho sueño. A efectos del sueño, al margen de algún dÃa que no hayas descansado bien, lo peor es la hora de la siesta, sobre todo si hace calor y en el verano. Entonces puede pasarse mucho, pero que mucho sueño. No me confÃo y tengo muchos mecanismos, desde comer chicle, cantar, poner la radio a todo volumen, llamar a alguien y hasta abofetearme a mi mismo o morderme la lengua sin apretar mucho….
Muchas veces me dicen que me alquile un piso y duerma en el pueblo alguna noche. Incluso que me venga aquà con la familia, pero a estas alturas de mi vida profesional y personal, no estoy dispuesto a estar separado de mi familia, ni a traérmela aquà alterando su ritmo de vida.
Entre el viaje de ida y el viaje de vuelta, que suman dos horas y tres cuarto al dÃa, estoy en la notarÃa mis ocho o nueve horas (más bien ocho que nueve), mitad atendiendo al público y la otra mitad a puerta cerrada haciendo mil cosas. Escribir es una de ellas, pero también tengo otras cuantas que me ocupan mucho (pero que mucho) tiempo. Aquà he firmado en torno a 7.000 escrituras y a 3.000 pólizas y he atendido a unas 16.000 personas.
Francamente esperarÃa estar en otro destino cuando mi coche cumpla nueve años, a ser posible a pie de mi calle, pero los concursos están como están y hay que tener la paciencia precisa para llegar a donde uno tenga pensado hacerlo y con ello dejar de hacer esos miles de kilómetros que actualmente hago.
A pesar de todo no me amilano en conducir de punta a punta de España si se tercia y la ocasión lo merece, por mucho que me queje de conducir, aunque cansarme me canso y Justito Junior me diga “Papá, ¡pero si ya estás acostumbrado¡”
Por cierto he reventado mi segundo cojÃn de gel. Vamos a por el tercero.
Hasta otra (¡hasta los 500.000 y más allá¡ …). Un abrazo. Justito El Notario. @justitonotario
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Buenos dÃas. Muy, muy divertido el post de ayer, la parte con la que más me reà fue la que empieza con ” He recorrido el camino a mi NotarÃa…”. Y la foto de ” se exhorta…” me recuerda a: “entiendese por casos fortuitos extraordinarios el incendio, guerra, peste, inundación insólita, langosta, terremoto, u otro..,” creo no haberme equivocado ( artÃculo. 1575.2CC). Pero todo el fue muy recomendable.
Hola José Luis:
Esa bendición la llevé años y años en la cartera hasta que quedó hecha fosfatina. No soy nada religioso, pero si algo fetichista …
Gracias, un abrazo, Justito El Notario
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