De frÃo, no por otra cosa, porque el paseo desde el centro de la ciudad atravesando el Kungsparken, donde unas migajas de una bolsa de patatas que cogimos de la papelera atrajeron a más pájaros que en la pelÃcula de Hichtcock, hasta el Torso Torneado de Calatrava, tuvimos tiempo de congelarnos a base de bien.
Una vez estábamos a los pies del hercúleo edificio continuamos un poco más hasta el agua para divisar el Puente de Oresund y de allà regresamos al edificio del español bajo el que intentamos conseguir un taxi con nuestro deficiente inglés y con un taxista que tampoco estaba muy suelto o era un cachondo sin aparentarlo en absoluto (pues confundió al preguntarnos por el nombre, el de Ester con el de Shakira) o estaba un poco teniente o estaba hasta los mismÃsimos mientras atendÃa a unos azerbayanos a los que una pareja de homÃnidos bastante estrafalaria que acababa de salir del edificio les birlaba el segundo taxi que necesitaban para desplazarse todos (con el peligro que debe tener quitarle un taxi a unos azerbayanos).
El caso es que el hombre cumplió y cuando estábamos ya al borde de la congelación, llegó el taxi que esperábamos justo antes de que yo llamara a un Uber y mientras los demás de mi grupo estaban ya en trámites de pedir a unos amables suecos que pasaban por allà (de agradable paseo) que nos pidieran otro taxi.
Entonces fue cuando, ya calentito en el taxi, exclamé: “En Malmo, casi la palmo”.
Hasta otra. Un abrazo. Justito El Notario. @justitonotario
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