Por culpa de una huelga de controladores aéreos en Francia, me quedé sin el viaje a Tokio que llevaba preparando desde hace dos meses largos. En poco más de dos días, fui capaz de anular todo (sin más gasto que los 400 Euros que Allianz nos ha cobrado por el seguro vinculado a unos vuelos que no hicimos. Gracias Allianz ….) y de organizar un nuevo viaje cuya primera etapa tuvo parada en Dublín. Mi amigo Nando, me dijo que nuestra amiga Marta era una enamorada de Irlanda y que seguramente podría prepararnos una guía de urgencia. Así fue. En pocas horas desde que le comenté el asunto, tenía en mi poder una mini guía para viajar (sin coche) a Dublín que nos ha sido muy útil en nuestra estancia de tres noches.
Las notas de Marta
Sitios que no os podéis perder:
La Catedral de Saint Patrick (fijaros bien en el suelo, que es espectacular, y en los reposa-rodillas que hacían a mano las “familias adineradas”). Otras iglesias que merecen la pena son Saint James, de donde sale el camino de Santiago desde Dublín, y la Church of Christ .
Dublin Castle, se encuentra en la calle principal. Si no tenéis mucho tiempo, le echáis un vistazo por fuera y será suficiente.
El Trinity College, la universidad. Merece la pena (yo añadiré que es imprescindible) visitar la biblioteca. Es la más bonita que he visto en mi vida. Desde allí podéis ir a Merrion Square un parque muy chulo donde está la estatua de Oscar Wilde.
La fábrica de Guinness (donde además, si lo haces bien, te dan el certificado de “tirador de cerveza”).
La estatua de Molly Mallone (es la más famosa de Dublín) que está al final de una calle muy cortita (Suffolk Street) en la que hay un restaurante muy bueno que se llama O’Neill’s Pub. Lo típico allí es pedir el guiso de carne con Guinness.
La zona de Temple bar. En paralelo al río Liffey, el barrio ideal para ir de copas por la noche, porque en casi todos los pubs hay espectáculo en directo con cantantes y gente que practica el baile irlandés. Merece la pena no perdérselo mientras se toma una (o más, en nuestro caso) pinta de cerveza.
El Bank of Ireland. Es muy bonito por dentro.
The Bank, un pub que han hecho en lo que fue un banco; si bajáis a los baños, podéis ver las cajas de seguridad.
La calle peatonal Grafton Street (a evitar si no quieres perder una tarde entera haciendo compras de ropa y regalos varios).
Dame Street es la arteria principal de la ciudad, donde están la mayoría de los lugares que merece la pena ver.
Si tenéis tiempo de sobra, merece la pena visitar el espectacular parque de St. Stephen’s Green, y dar un paseo por las casas que hay alrededor del parque, que tienen unas puertas muy curiosas. En esa misma plaza se puede coger un bus donde te ponen unos cuernos de vikingo y te pasean por la ciudad, y vas haciendo un poco el gamberro asustando a la gente mientras bebes más cerveza.
La farmacia más antigua de Irlanda, es Sweny’s Farmacy situada en la calle Lincoln Place (que está muy cerca de nuestro Instituto Cervantes).
Podéis tomar una cerveza en The Church, que era una iglesia y la han convertido en uno de los pubs más originales de Dublín. Está en Mary Street, a 5 minutos de Henry Street.
Ya de vuelta, Marta me dijo que no sabía que íbamos con chavales y que por eso no nos añadió “Dublinia” (de la que estuvimos a un paso). Me dijo que es un sitio super divertido, porque te cuentan cómo vivían los vikingos en Irlanda y cómo era la vida allí en la Edad Media. Te puedes disfrazar y todo … será fácil imaginar que también habrá cerveza, ¿o no?
Mis notas
Últimamente me escribo a mi mismo en el Whatsapp y hasta tengo un grupo para mi solo. En él anoto mis impresiones de los viajes que luego me exporto y reordeno. Ahora se entiende mejor lo de la química y las oposiciones y lo de las secuelas de la oposición, ¿verdad?
Cuarenta y ocho horas después de haber tenido que estar iniciando un vuelo a Tokio cancelado por una huelga de controladores aéreos, estoy en un avión de Ryanair a punto de aterrizar en Dublín. De un viaje organizado en dos meses y medio, paso a otro organizado en veinticuatro horas.
Tokio iba a ser el lugar de celebración de mis 50 años, pero si no pasa nada (ya no me fío), la celebración tendrá lugar en Copenhague a donde volaremos desde Dublín en unos días, gracias a Airhopping, una compañía que pertenece a Booking y que te permite organizar un viaje con varias etapas en un santiamén. Haced la prueba.
El grupo de viajeros se encontraba desanimado tras la anulación, pero no tirábamos la toalla y pensábamos que una vez recuperado el dinero del viaje frustrado, debíamos intentar hacer alguna otra cosa. Pensé en pasarme por Mondoñedo, pensé en completar mi gira de capitales españolas sin visitar o visitadas rápidamente (que son Vitoria, Logroño, Huesca, Huelva, Lleida, Soria, Guadalajara, Palencia, Huelva, Pamplona, Girona, Santa Cruz de Tenerife, Cáceres, Ceuta y Las Palmas), pensé en mirar a donde podría volar desde el aeropuerto más cercano a mi casa y, entonces, apareció Dublín. Y tras Dublín fue cuando me vino Airhopping a la cabeza e inmediatamente después Copenhague. ¡Qué buena combinación!, “creo que tenemos viaje”, pensé.
Probé suerte y aluciné. Había vuelos para el mismo domingo (era jueves por la noche) y con vuelta al siguiente domingo a buen precio y con muy buenos horarios. Así que lo comentamos en el grupo de Whatsapp de Tokio (que luego se convirtió en un Dublín-Copenhague) y nos acostamos con un “en principio, sí que nos vamos de viaje” que al día siguiente se convirtió en un sí definitivo que se concreta y cuaja en un proceso de dos horas y media al ordenador y al teléfono que ejecuté el viernes tarde/noche después de una agotadora jornada de trabajo. Cuando a las 22:15 salí para casa tenía un nuevo viaje organizado en tiempo récord para seis personas a dos destinos distintos.
El sábado nos sirvió para reconvertir unas maletas preparadas para ir a un Tokio primaveral con el florecer de los cerezos, en otras listas para unos aún invernales Dublín y Copenhague, pero estábamos lanzados y la cosa ya no tenía marcha atrás: nos íbamos.
“Mi avión acaba de detenerse en Dublín”
Llegamos al hotel y como las habitaciones no estaban aún listas, nos fuimos a comer y lo hicimos en el Bruxelles. Regresamos luego al hotel, breve descanso, para luego salir a dar una vuelta que nos llevó hasta la Church of Christ y de allí a la zona de Temple, Temple Bar incluido. Cenamos en el restaurante The Bull and The Castle (cerca de la Church of Christ,justo en la mesa de la foto que verás si pinchas en el enlace) atendidos por un simpático camarero portugués que nos facilitó muchas las cosas.
A la mañana siguiente y tras desayunar estupendamente en el magnifico Hotel Iveagh Garden en el que nos alojábamos, salimos en dirección a la estatua de Molly Malone. De ahí al Trinity y a su espectacular biblioteca y de allí a la Catedral de San Patricio. La hora de comer se nos había echado encima y nos fuimos a Camden Street donde se produjo uno de esos típicos momentos de los viajes en los que no te decides por ningún sitio, con el resultado de que acabamos comiendo en un super con muy buena pinta que tenía comidas preparadas para llevar o para comer allí en su propia cafetería pero sin licencia para consumir alcohol en su interior por lo que tuvimos que bebernos las latas de cerveza que habíamos comprado en la calle donde, por cierto, ¡tampoco se puede beber alcohol¡ De ahí al hotel, a tomar un gin tonic a 16,5 pavos y de nuevo a la calle.
Tras volver a salir, nos fuimos andando hasta O`Connor Street, vimos el pinchito, y nos dirigimos por Henry Street, donde hicimos algunas compras, al magnífico The Church que fue preludio de la mejor cena de nuestro viaje (Copenhague incluido) en The Winding Stair (esta foto que os enlazo es como si la hubiera tomado yo desde el sitio donde estaba sentado). El local es librería y restaurante, por lo que puedo ver ahora, y dispone de estupendas vistas si consigues (como nosotros) que te coloquen junto al ventanal. Tiene dos plantas, es muy acogedor, concurrido y cenamos de maravilla.
A la mañana siguiente, nos fuimos a la Fábrica de Guinness. Se echa en falta una visita más real que te permita contemplar el proceso de fabricación, pero aún así me gustó mucho y considero que es una visita imprescindible en Dublin. Lo tienen muy bien montado. Lo mejor de todo viene al final cuando llegas arriba y te bebes tu pinta de Guinness incluida en el precio de la entrada disfrutando de las vistas y de una moderada aglomeración (al menos en un Martes Santo).
Al salir se me ha ocurrió proponer coger un taxi para ir a la cárcel de Kilmanhain (que no está en las recomendaciones de Marta pero que también conviene visitar) y preguntarle al taxista donde comer por allí. Nos llevó a Union8 donde también comimos muy bien para tratarse de un sitio improvisado. Algunos pueden pensar que soy un tipo de paladar fino pero no es realmente así; soy más bien un tipo de buen comer o soy más bien mucho más de lo segundo que de lo primero. Yo puedo comer bien en cualquier país y en cualquier ciudad. Nada de estómago delicado. Curiosamente en Union8 he probado por primera vez la quinoa y un vino chileno con un toque “agrio”. Como pienso que un vino no se puede devolver por ser malo, sino porque esté malo, procuré beberlo con el mejor gusto, pero lo cierto es que dejó mucho que desear. Este viaje ha sido el de los vinos internacionales. Hemos huido de los vinos españoles porque estaban carísimos y, al final del viaje, los hemos acabado bebiendo porque al mismo nivel de precios estaban infinitamente mejor que cualquiera de Chile, Australia, Nueva Zelanda, Sudáfrica o Argentina (en el mismo rango de precios, insisto).
Después de comer nos fuimos a visitar Kilmanhain, pero solo pudimos entrar al museo y no la cárcel. Fue un fallo no sacar previamente las entradas, pero no sabíamos que se pudiera (y conviniera). Sorprendentemente al salir de visitar el museo, un amabílismo funcionario nos coló para una mini visita de cinco minutos que nos proporcionó un momento inolvidable de esos que repetiremos y recordaremos muchas veces a lo largo de los años.
Luego, con algo de lluvia, nos acercamos al inmenso Phoenix Park por el que sólo dimos un pequeño paseo, regresando en un autobús que nos dejó a la espalda del Trinity desde el que volvimos atravesando Stephen´s Park. Ahora tras dos pintas de Guinness saldremos a cenar ….
Nos despedimos, dejando pasar O´Neill junto a la estatua de Molly, en un restaurante que estaba a reventar en la zona de Temple que no recuerdo como se llamaba y que no me hace mucha falta recordar. Confundí dumplings con albóndigas y no me gustó nada el plato que elegí, como en general ninguno de los que vi y probé de nuestra mesa. Al término un paseo al hotel y a descansar para iniciar la segunda fase de nuestro viaje en Copenhague.
Creo que hicimos la mayoría de las cosas que Marta nos sugirió y solo creo que nos quedamos cortos en nuestra visita hacia el norte y el oeste (más allá del Pinchito y más allá de Sthepen`s Park) de la ciudad, pero no dieron los días, ni las piernas, para más.
¿Podríamos decir aquello de que lo hemos visto todo?
Bueno, yo diría que más bien no, pero que me traigo una impresión bastante completa de una ciudad manejable, no muy monumental y tremendamente animada con una gente francamente agradable por lo general.
Hasta otra. Un abrazo. Justito El Notario. @justitonotario
|