La primera noticia que tuve de “Pezio” fue gracias a una valla publicitaria instalada a la entrada de La Manga. Tengo mi propia lista de restaurantes en la zona y cada verano repito los que más me gustan (como “El Camarote de la Martinique”), intento ir a alguno de mis eternos pendientes (en el horizonte la “Escuela de Pieter” o “Collados Beach”) o hacer algún nuevo descubrimiento (“Ubuntú” y “Los Caballos” o “Amura” que es nuevo en la plaza como el propio “Pezio” y al que he ido dos veces este agosto), así que en cuanto vi la valla me apunté el nombre para ir en cuanto se me pusiera a tiro.
No mucho después leí en el “The Gastro Times” un artículo sobre este nuevo restaurante cuya página web es, de momento, una simple tarjeta de visita. Viendo su idiosincrasia algo singular, tal vez no tengan intención de desarrollarla más.
En el último día del verano (al menos según los criterios de toda la vida) y a la hora de cenar en un grupo de cinco comensales, nos plantamos en el lugar que está a pocos metros de la bocana del puerto de Cabo de Palos. Se ubica en un local más bien pequeño en planta baja de la Calle Salero (el que pueden ver en la fotografía de portada de este artículo). Diría que tienen espacio para unos 30-35 comensales ubicados en una sala rectangular con una pequeña barra que insinúa la cocina y que alberga la zona de operaciones del personal compuesto (a la vista) del jefe de sala y de una camarera. La barra es de dos alturas y en su parte más baja hay sitio para cuatro cubiertos más. La sala es acogedora y está suavemente iluminada. La iluminación puede ajustarse al momento de la velada. Bonitas y modernas la cristalería, cubertería y vallija sobre manteles del tipo “camino de mesa”. La noche empezaba bien.
Ya sentados, pedimos algo para beber y quedamos a la espera del jefe de sala que a su llegada nos recitó la larga carta de entrantes y los dos o tres pescados (entre ellos la bacoreta que he me hubiera gustado probar) que, con la vaca vieja, nos ofrecía como segundos. No me repetiré otra vez con lo de que estoy en contra de aquello del “vamos a picar algo”, ni me quejaré de nuevo de que los pajaritos (más bien son las pajaritas) en la mesa nos dejan silbando a los glotones, pero reconozco que pensé que nos habíamos quedado cortos pidiendo aunque al final lo cierto es que me marché bastante a gusto. Tampoco es cuestión de quedar como una boa constrictor, aunque no está mal algo que proporcione un grado de satisfacción intermedio a los que nos hace falta comer un poco más.
Pero, volvamos a la carta. No me gusta que me canten las cartas porque al cuarto plato ya no soy capaz de retener ninguno más; también creo que hay que saber los precios de los platos (y de los vinos) y que queda muy mal estar preguntando por ello, pero no tener carta también pone de manifiesto que en “Pezio” se cocina lo que se compra y solo se compra lo que está mejor cada día. No manda la carta, manda la lonja. Aún así, pienso que corresponde poner una pizarrita con estilo o que se inventen cualquier otra cosa para que el asunto quede solucionado a fin de evitar líos (en la mesa y con la cuenta) especialmente con aquellos que acabarán diciendo que “muy bien”, pero que “qué polvo nos pegaron”. No es mi estilo el del tabarra, el del pesado o el del presuntuoso, pero como fuimos los últimos en salir del local, estuve comentando algún detalle con el jefe de sala que parecía ser el propietario (aunque no le pedí las escrituras de constitución de la SL, parecía que era él quien llevaba el negocio …) y me dijo que se trata de un asunto que tienen en mente.
También le comenté que había cenado muy bien, que las sillas eran muy cómodas para un tipo de 115 kilos que está incómodo y acaba baldado en muchos restaurantes con sillas duras de asiento y rígidas y muy rectas de espalda y que la música, que había estado puesta toda la noche, no era en absoluto invasiva. Tampoco se escuchaba nada de las conversaciones del resto de las mesas, así que supongo que éramos todos gente civilizada y que el local está bien acondicionado acústicamente.
Pero vamos ya con el comercio y al bebercio.
Cañas y agua para algún abstemio temporal y luego ya fuimos al grano comenzando con unas espectaculares navajas que estaban en la mesa pocos minutos después de la comanda. Hacía tiempo que no las comía tan ricas. Fue otra de las cosas que le comenté al presunto propietario, “qué rapidez y qué buenas”. Me quedé con ganas de pedir las cigalas. Después continuamos con la parrocha frita. Jamás había visto parrochas en estas latitudes, ni menos utilizar la denominación para referirse, como hacen en Galicia, a la sardina pequeña. Venían acompañadas con unos taquitos de jamón y unos pimientos de Padrón.
Continuamos con el calamar de potera acompañado de unas verduritas. Creo que había calabacín, zanahoria y tirabeques (que es como llaman por aquí a las judías o a cierto tipo de judías). Bien hecha la verdurita, es decir, en su punto perfecto para conservar textura y sabor .
Para terminar llegaron las cochochas de bacalao servidas en plato individual sobre una rodaja de tomate grande. Sabrosas, aceitositas y deliciosas.
No hubo segundos en sentido estricto.
Regamos la plaza con un Ribeiro que no recuerdo haber tomado nunca y que será lo único de lo que diga el precio porque al final hablar del precio acaba siendo una ordinariez … Se llamaba Finca Viñoa y cayeron dos botellas para cinco al precio de 28 Euros la botella. Ya lo tengo localizado en bodega y habrá que comprar unas botellas para casa y para hacer algún regalo.
El postre fue compartido. Una tarta carrot y otra de chocolate que redondearon la jugada y dejaron mi capacidad estomacal agradablemente satisfecha.
Por cierto, el jefe se estaba zampando una formidable e inmensa chuleta de vaca vieja con una acompañante cuando nosotros salíamos y nos despedíamos de ellos. La próxima vez no la dejaré escapar. Tampoco a la bacoreta.
Buenos augurios para este Pezio. Por cierto, tienen 62 reseñas en Google y 61 son 5 estrellas. El único discrepante, que solo les da una, dice que lo único que le gustó fue la música y que la comida le pareció mala e indigesta. Seguro que era un tieso que se puso malo cuando pagó la cuenta …
Hacía tiempo que no escribía nada para el Manducare en su versión extensa. A ver si me animo y recupero el ritmo de una sección que confiere al blog de un Notario un sabor muy diferente.
Hasta otra. Un abrazo. Justito El Notario. @justitonotario
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Hola Justito.
No me entiendas mal, pero esta sección es de las mejores. Serías un magnífico youtuber gastronómico, de esos que tienen un millón de seguidores.
Comprendo que dejar pasar un buen chuletón de vaca madurada de 60 días no es fácil, pero ya llevabáis lo vuestro.
De todos los restaurantes que nombras sólo he ido (bueno, me han llevado) a la “Escuela de Peter”…y no me acuerdo cómo se come. Ya te digo que para esto yo no sirvo.
Un saludo.
Querido amigo:
Te entiendo a la perfección.
Creo que ya te he comentado alguna vez que yo lo que necesito es una secretaria (si está buena, mejor) que me ayude a sacar adelante el trabajo sucio para que yo me dedique a las fases finales de las diversas cosas que tengo entre manos. Sin secretaria no doy a basto y tengo que olvidar muchas ideas y dejar otras, como el Manducare, semi abandonadas, a pesar de que, no hay que olvidarlo, fue el Manducare el que dio forma a mi alter ego una vez que terminó la oposición y me dediqué a la crítica gastronómica en Tripadvisor.
En fin, intentaré como en este caso escribir en cuanto vaya al local en cuestión para no perder frescura.
Si puedes ve a Pezio. Me gustó mucho.
Un abrazo, Justito El Notario.